Digital Library of the Caribbean | english español français |
About dLOC | Topical Collections | Partner Collections |
| ![]() |
UFDC Home |
Front Cover | |
Half Title | |
Title Page | |
Dedication | |
I. Primeros contactos | |
II. Vivencias geograficas | |
III. Impactos sociales | |
IV. La economia | |
V. La politica | |
VI. La educacion | |
VII. Lo folklorico | |
VIII. Final | |
Vocabulario | |
Index | |
Back Matter | |
Back Cover |
![]() ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() |
|||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Full Citation | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
![]() ![]() ![]() ![]()
|
|||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Table of Contents | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Front Cover
Front Cover Half Title Page 1 Page 2 Title Page Page 3 Dedication Page 4 I. Primeros contactos Page 5 Page 6 Page 7 Page 8 Page 9 Page 10 Page 11 Page 12 Page 13 Page 14 Page 15 Page 16 Page 16a Page 16b II. Vivencias geograficas Page 17 Page 18 Page 19 Page 20 Page 21 Page 22 Page 23 Page 24 Page 25 Page 26 Page 27 Page 28 Page 29 Page 30 Page 31 Page 32 Page 32a Page 32b Page 33 Page 34 Page 35 Page 36 Page 37 Page 38 Page 39 Page 40 Page 41 Page 42 Page 43 Page 44 Page 45 Page 46 Page 47 Page 48 Page 49 Page 50 Page 51 Page 52 Page 53 Page 54 Page 55 Page 56 Page 57 Page 58 Page 59 Page 60 Page 61 Page 62 Page 63 Page 64 Page 65 Page 66 Page 67 Page 68 Page 69 III. Impactos sociales Page 70 Page 71 Page 72 Page 73 Page 74 Page 75 Page 76 Page 77 Page 78 Page 79 Page 80 Page 80a Page 80b Page 81 Page 82 Page 83 Page 84 Page 85 Page 86 Page 87 Page 88 Page 89 Page 90 Page 91 Page 92 Page 93 Page 94 Page 95 Page 96 Page 96a Page 96b Page 97 Page 98 Page 99 Page 100 Page 101 Page 102 Page 103 Page 104 Page 105 Page 106 Page 107 Page 108 Page 109 Page 110 Page 111 Page 112 Page 113 Page 114 Page 115 Page 116 Page 117 Page 118 IV. La economia Page 119 Page 120 Page 121 Page 122 Page 123 Page 124 Page 125 Page 126 Page 127 Page 128 Page 128a Page 128b Page 129 Page 130 Page 131 Page 132 Page 133 Page 134 Page 135 Page 136 Page 137 Page 138 Page 139 Page 140 Page 141 Page 142 Page 143 Page 144 Page 144a Page 144b Page 145 Page 146 Page 147 Page 148 Page 149 Page 150 Page 151 Page 152 V. La politica Page 153 Page 154 Page 155 Page 156 Page 157 Page 158 Page 159 Page 160 Page 161 Page 162 Page 163 Page 164 Page 165 Page 166 Page 167 Page 168 Page 169 Page 170 Page 171 Page 172 Page 173 Page 174 Page 175 Page 176 Page 176a Page 176b Page 177 Page 178 Page 179 Page 180 Page 181 Page 182 Page 183 Page 184 Page 185 Page 186 VI. La educacion Page 187 Page 188 Page 189 Page 190 Page 191 Page 192 Page 192a Page 192b Page 193 Page 194 Page 195 Page 196 Page 197 Page 198 Page 199 Page 200 Page 201 Page 202 Page 203 Page 204 Page 205 Page 206 Page 207 Page 208 Page 209 Page 210 Page 211 Page 212 Page 213 Page 214 Page 215 Page 216 Page 217 Page 218 Page 219 Page 220 VII. Lo folklorico Page 221 Page 222 Page 223 Page 224 Page 225 Page 226 Page 227 Page 228 Page 229 Page 230 Page 231 Page 232 Page 233 Page 234 Page 235 Page 236 Page 237 Page 238 Page 239 Page 240 Page 241 Page 242 Page 243 Page 244 Page 245 Page 246 Page 247 Page 248 Page 249 Page 250 Page 251 Page 252 Page 253 VIII. Final Page 254 Page 255 Page 256 Page 257 Page 258 Page 259 Page 260 Vocabulario Page 261 Page 262 Page 263 Page 264 Page 265 Page 266 Page 267 Page 268 Index Page 269 Back Matter Page 270 Page 271 Back Cover Back Cover |
|||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Full Text | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
fi t '.13 t Q 40 I__ '~ ad i~ 1Zi;; CRONICAS DE VENEZUELA c -s^ Tr~ I? T t% 4uu' .I i f ^w k"9 ^^ca^- dF>--^^s de A /a A 4qH, darttula de JUAN RUDOL? sobre fotograffa de los autores EL SIGLO ILUSTRADO. Colecci6n PUEBLOS Y PAItSI Impreso en Uruguay. Hecho el dep6sito que marca la ley Raquel Morador de Wettstein German Wettsteiii CRONICAS DE VENEZUELA Mvidntevideo 1964 A los jdvenes de Venezuela que luchan por construir SU pals, fambidn nuesfro. PRIMEROS CONTACTS LOS ANTECEDENTES Nunca hasta 1959 habian vivido los docentes de Uruguay una oleada de esperanzas como la que, a mediados de ese afio, propici6 un repentino Ilamado a aspiraciones formula- do desde el Consulado de la Repfiblica de Venezuela, para desempefiar tareas docentes en los liceos y universidades de su pafs. Fueron centenares los que se anotaron, tras ordenar, documentary, enviar copiosas carpetas de meritos y de ilu. siones. Fueron varias decenas los entrevistados -preselec- cionados tras el studio de los m6ritos- por dos profeso- res venezolanos, funcionarios del Ministerio de Educaci6n, en su visit a Montevideo. Fueron apenas quince los sefia- lados en filtima instancia. 0 Todo se precipit6 entonces. El 19 de octubre, cada uno por separado, recibi6 la noticia; entire ellos una pareja de novios que en poco mds de diez dias debi6 casarse, hacer las valijas y esperar los pasajes. Presentados trees meses antes al llamado con pocas es- peranzas, no se habia hablado mis del asunto hasta "la hora sefialada"; y ahora nos damos cuenta de que tampoco entonces hubo un solo comentario ni una duda cuando trash rotificarnos en el Consulado nos sentamos a tomar un caf( en el bar mns cercano. Las dudas se nos fueron formulando desde afuera, a tra- v6s de centenareo, de preguntas, la mayoria sin respuesta, especialmente por part de nuestras families, divididas en dos grades grupos: los incondicionales -en apoyo, confian- za y entusiasmo- y los disidentes -por precauci6n, apatia o carifio exagerado. Los incondicionales tuvieron raz6n. Pero las paginas que siguen van dirigidas a unos y a otros. SOLA EN CARACAS La puerta se cerr6 con un sonido sordo y el avi6n em- pez6 a ascender. Del otro lado, la figure solitaria de German, cada vez m.s pequefia, agitando una mano que era tristeza y esperanza a la vez. Y acd, entire hombres de negocio y turistas, sola por primera vez desde que empez6 esta danza infernal de planes y trdmites administrativos, me puse a pensar, ate- rrada, en lo incierto de la empresa en que estaba compro metida. -Ladies and gentlemen... La voz de la aeromoza, suavemente calculada, en un per- fecto inglds, trasmitiendo algo que no me lleg6, me volvi6 a la realidad. El viaje hasta Lima fue sin complicaciones, organizado cofho una perfect excursion de turismo, en que el piloto se ontretiene mostrando a los pasajeros un Aconcagua de- masiado cercano como para que uno pueda veneer el miedo de estrellarse y pensar siquiera que es el pico mds alto de Am6rica. El resto del viaje ya no fue tan bonito; una noche do tormenta no es la mejor compafiera para una debutante en viajes a.reos. Tampoco es recomendable tener -como Le- nia yo- por compafiero de asiento, al gerente para America Latina de la ('.....,... de Seguros Adreos, quien so qntre- tenia en hacer ejercicio de memorial en base a los porcen- tajes de accidents ocurridos a m&quinas en vuelo. Y menos tranquilizador ain, al enterarse uno qu I el tal senior viajaba a investigar un accident ocurrido pocos dias atris a un avi6n de la Linea Aeropostal Venezolana, exac- tamente la compafiia que ahora, si teniamos suerte, nos dejaria sanos y salvos en Caracas. Pese a todo Ilegamos sin contratiempos tras un perfect aterrizaje. Al acercarme a la portezuela del avi6n tuve el primer contact con el mundo tropical; ante mi, como un muro casi palpable, se extendia el calor hfmedo, insoporta- ble, caracteristico de Maiquetia, el aeropuerto de Caraca.i. Las maravillas del aire acondicionado me volvieron a la vi'la en cuanto entr6 a las instalaciones aduaneras. Alli me esperaba nn Supervisor del Ministerio de Educacidn, para facilitarme los trAmites de ingreso al pals y llevarme al hotel en que me habian reservado hapitaciones. La entrada a Caracas result maravillosa para aquellos que -como yo- olegan de un pais en que las carreteras se caracterizan per su angostura y numerosos pozos. El viaje Maiquetia-Caracas se hace per una magnifica autopista le double circulaci6n, que se extiende durante kil6metros, atra- vesando en su recrrido dos cerros per medio de otros tan- tos tineles, los Boquerones I y II; ella vine a sustituir el antiguo camino que en innumerables curvas iba rodeando las montafias. Pero alli terminal la admiracidn; en cuanto nos acercamos al area urbana, comienzan a aparecer los cerros sembrados de infinidad de ranchos que bordean a Caracas y son visi- bles de cualquier punto de la ciudad. El haber llegado a Caracas un viernes de noche dej6 comn- pletamente mios "n sabado y domingo que no volverian a repetirse una ves iniciada la interminable recorrida per ofi- cinas. Y esto permitid que me adeutrara en una ciudad que para mi result hostile hasta la desesperaci6n. - --- ----I-"--~""m~ Al otro dia por la mafiana, tuve mi primer intent de adaptacidn -con resultados totalmente negativos- ante lo que allA se llama, con excesiva modestia, desayuno. Fue un desfile de plates: cambur y lechosa, tortilla de patatas, jam6n con huevo frito, cafd con leche. Pese a mi deseo enorme de compartir el tipo de vida ve- nezolana, ese desayuno constituy6, durante los dos afios de estadia, un fracaso rotund, y mas afin lo seria en Cumand consistent en tallarines con tuco y pescado frito, o en Guayana ante una enorme fuente de guiso de terecay. Me convert entonces en el punto de lamento de los mo- zos y maitre del hotel, quienes so desesperaban ante mi sencillo cafe con leche, tostada y dulce, augurAndome ri- dfculamente una anemia. Y la anemia vino. Agotada por el calor de un sol cayendo casi a plomo, via- jando en autobfis para estirar aquellos 350 d61ares que, si bien en Uruguay (con el cambio a 11 pesos por dl6ar) sig- nificaban una pequefia fortune, aca se diluian como en agua y que no sabia hasta cuando serian mi finico recurso, co. menc4 a ubicar a los uruguayos conocidos radicados en Caracas. En ellos confiaba encontrar, no tanto ayuda, co- mo compafifa y consejo. DETERMINATION DE LUGAR El lunes lleg6 con la actividad de la bulliciosa ciudad es. perandome para el debut en el trajinar oficinesco. Primero al Ministerio de Educaci6n para concretar la firma del con.. trato y la ubicaci6n en algfin punto todavia desconocido del interior del pais. Luego a la Oficina de Extranjeria a sacar la cedula de identidad que en mi calidad de transefinte de- bfa tener. El punto culminante de las gestiones lo constituyd, sin duda alguna, mi entrevista con el Dr. Rafael Pizani, enton- ces Ministro de Educaci6n y para quien el solo hecho de venir de Uruguay -- tierra en la que vivi6 durante su exilio, 8, y a la que tanto quiere- constituy6 el s4samo Abrete que me pedmiti6 obviar los plazos de quince o mas dias para obtener audiencia. En efecto, pedida la entrevista a sn Secretaria el lunes por la mafiana, esa tarde me comunic al hotel la confir- maci6n de la misma para el dfa sigulente. Y all ful, acompaflada del professor Ubaldo Rodriguez Va- rela, compatriota radicado en Caracas y amigo en los me- mentos de Incertidumbre. La sencillez y simpatfa con que nos recibi6 el Ministro y la celeridad con que soluc!on6 el problema -el retard en ]a contrataci6n de mi esposo- mediante una llamada tplef6nica en el mismo momenro al Director de Ensefianza Secundaria, le ganaron ml afecto y agradecimiento. Y ahora si. todo en orden. al otro dfa firm contrato y se nos fii6 destiny: CUMANA. Esta sola palabra fue el principio de una actividad nueva. En primer lugar mudanza, pues una vez firmado el contrato el Ministerio se desentendl6 del gasto de alojamlento y (c botel en que paraba resnltaba demasiado caro para mis ya reducidos d61ares. Pronto encontr4 un hotel c6modo, c4n- trico y done una profesora uruguaya, tambidn contratada, y su hija, hicieron menos larga la espera. Una vez instalada, enviar un cable a ml esposo: "Va con- trato. Destino CumanA. No sobretodo. Una sola frazada." Esto que a primera vista parece sfntoma evidence de locura tropical, es la consecuencia de ignorar hasta entonces el destiny en un pafs en el que el clima va desde el tr6pico a los paramos andinos. Nos toc6 el tr6pico. Y no fue poca suerte; sufriendo el encierro que para quien ha nacido y vivido siempre junto al mar, significa encon- trarse en un valle cerrado per montafias, a 900 metro de altura, el saber que iba a vivir en la cosa result una liberaci6n. El 24 de diclembre a las cinco de la tarde debfa Ilegar GermAn a Caracas. Su viaje, como el mfo, se hacfa en dos etapas: Montevideo-Lima, Lima-Maiquetia; este filtimo tra- yecto en la Linea Aeropostal Venezolana. Ese dia llam6 al aeropuerto para confirmar la hora de Ilegada, y se me contest con algo que debe ser inico en el historical de las compaifias areas: el avi6n no habia sa- lido para Lima y no lo haria hasta despues de las fiesta.4 navidefias, el personal de L.A.V. pasaba su Nochebuena en casa. No era excesivo celo religioso, como pens6 en un princi- pio, sino oaracteristica national de un pueblo que tiene en los mejores afios de trabajo, 140 dias de clase; en un pueblo que para designer el bochinche, la diversion, tiene 50 pala- bras en su vocabulario; en un pueblo en que no s6lo se hace feriado en las fechas patrias sino tambidn en las religiosas; en que cualquier pretexto es bueno para suspender las cla- ses, en que estas se inician 15 dias despues de la fecha y terminan 15 dias antes. Y en que, curiosamente, cuando un:! fiesta coicide con un domingo, decretan feriado el dia si- guiente, para no perder el asueto. Sin duda constitute el ideal para mis de un funcionario uruguayo, que en cuanto llega el primer almanaque a sus manos, comienza a buscar los feriados para considerarlo un buen o mal afio. PRIMERO DE AO Nuestra estadia en Caracas se alarg6 hasta Reyes para celebrar en ella las fiestas e ir conociendo la capital. A una Navidad propia, venezolana, casi diriamos folkl6ri- ca, diferente a nuestra mala copia de la Navidad europea -con comidas de invierno y nieve sintdtica en los pese bres-, sucedi6 un Primero de Afio tambidn propio, ven,.- zolano, aunque no nos atreverlamos a llamarlo folkl6rico. Desde el 31 temprano en la mafiana, empez6 a tronar ;n el aire el ruido continue de los triquitraques, much mrni Iq potentes que nuestros cohetes, disparados en seguidilla con rev61veres especiales, que nos hacian brincar a cada paso. Al final, ya acostumbrados, y cuando estdbamos por dor- mirnos, son6 de pronto uno mds fuerte que los demds; des- puds de mirarnos asombrados los dos dijimos lo mismo: demasiado fuerte para ser un triquitraque. Salimos como estabamos, en ropas de dormir y chinelas, para averiguar. Habia estallado una bomba en Radio Con- tinente. Esta radio, de tendencia oficialista, queda en an magnifico edificio justo frente a nuestro hotel; ofrecfa a esas horas de la madrugada, un espect6culo digno de verse. La bomba, colocada dentro del ascensor, lo abri6 como a una lata de sardinas; puerta y paredes de metal despren- didas, todos los vidrios rotos, al igual que los del Banco vecino. Por suerte no hubo heridos. Los venezolanos festejaban su Afio Nuevo con lo que para nosotros, fue el primero de una larga series de atentados que atemorizaban nuestras families y a nosotros nos devol- vian la confianza en una juventud de la que todavia qued;a en America Latina. LAS PRIMERAS SEMANAS En el principio fueron los r6tulos. La comunidad cumanesa, grande por poblaci6n, pequefia en su vida de relaci6n, se sacudi6 -como lo habran hecho tambidn Mdrida, Ciudad Bolivar, Barquisimeto, Guanare, San Antonio, Valencia, etc.- al recibir nuevos cuerpos extrafios: los extranjeros-contratados. Despuds se comentaba que dramos profesores, y reci6n hoy se nos da por pensar que much gente nunca lleg6 a saber claramente para qu6 serviamos; porque el rdtulo quo mis rigi6 fue ese de contratados. Quo dramos extranjeros lo descubrian enseguida, y no per la ropa ni por el color de piel, sino por la forma de hablar, para los venezolaos todos nosotros "cantdbams". Parecia U. 16fico one ello ocurriera con los chilenos. los peruanos I los cordobses. nero nunc, habfamos pensado que eso pasara tambidn con los rioplatenses. Ademas, loq matices poco importaron. desde el principlo. a la masa popular: en esa nebulosa de desconocimiento geo- grfico tan generalizada en todas las latitudes, al duefio del abasto. al mueblero, al banquero. s61o le interesamos en cuanto calidad humana, comparable, y no por procedencia a localizacifn de origen. A ello contribuy6, es cierto. el hecho de que las primeras semanas de vida en Venezuela de todos los profesores con- tratadros revivieran el vieio principio castellano: "a verdad sabida y buena fe guardada". poroue sus cr4ditos y dendas acmiulativas fueron la norma. Los sueldos se atrasaron y los recursos de reserve expiraron. En lo personal nunca se nos ocurri6. en esos moments. calcular en moneda urueuaya lo adeudado; vivfamos irres- nonsablemente felices. Y creemos que los acreedors loca- le tambi4n, no nor la condici6n de extranjeros que en Ve- nezuela -con raz6n- no es ninguna garantfa, sino por cl segundo r6tulo aue nos caracterizaba, y que antes enuncilba- mos: ser contratados. Y en eso ya, habfa en Venezuela unn tradici6n, apreciada indirectamente ante las funclones y tftulos con one se nos obsequlaba: ingenieros, medicos, agr6nomos, arquitectos. En oca.sones se descubrfa el motive: la sencilla mentalidad colectiva extendfa sobre nosotros un cargo para el cual an- ten ya habfa existido un extranjero; pero otras veces, las mis. quedamos sin saber el origen de nuestras "ocupacio- nes", que a la clAsica velocidad de los rumors unfa para su impresionante expansion, la tipicidad cunmanesa de una di- fusi6n oral habitual y perfect. Al fin la profesi6n tampoco importaba; valfamos en cuan-- to contratados. Porque por mrs amor propio que portAra- mos, era fMcil comprobar que poca trascendencia tenfa nues- tro arribo para el pueblo ciumanus, puramente preocupa- do en c6mo conseguir de comer para pasar el dia. V para La mmuoria burguesa, especialmente commercial, el incerea no l,enma pOi quet 11r mas alia i e Saber que oranllo CO1nlratau S: UBLO es, con Sueldos seguros --Laruos pero clerlo-- con il- veles ie vida holgados, con capacilau de gaatar, con linc- uencia en el rigico mercaao Lde las cludades del interior. Lo dicho no tiebe lievar a pensar en que la consideration lacia los contrataldos tuviera un rasgo puralnente nlercan- til; desde el principio una corriente de buena voluntau y respeto existi6 hacia nosotros. No pudimos, por mucno tiem- po, catalogar eso como cordialidad, y mis adelante funaa- mentaremos por que era explicable que fuera asi. IVMs alla de la seguridad crediticia ofrecida, del no haber sido molestados nunca por la reciamaciOn de una deuda, aei aun subsistence sistema venezoiano de la buena fe y la palabra como garantia, se vislumbraba el deseo de colabo- rar, de hacer nuestra radicaci6n lo mas cdmoda possible. Una preocupacidn evidence, formal e institucionalizada, existi6 por part de las autoridades de la Universidad de Oriented, para resolver el inmediato problema de la vivienda, grave en toda Venezuela. Pero a esa atenci6n si se quiere logica o previsible, se sum6 aquella del directorio local del Banco Obrero, que aceler6 la terminaci6n de sus bioques de apartamentos y destiny uno de ellos integramente para docentes contratados: nuestra agradable habitaci6n stable en CumanA, paralela a la residencia universitaria en quo vivimos al principio y de la que escapamos espantados, no por los venezolanos, sino por los colegas. Hubo tambien preocupacion solidaria ante el problema de nuestros sueldos; mas de una vez fondos propios de los institutes de ensefanza se nos brindaron, generosos, come pr6stamoa personales. Y la radicaci6n se hizo entonces consistent; es decir, d*, bid empezarse a actuar con espiritu sedentario, con noci6n de diversidad cultural (en sentido antropol6gico), adecuAn- dose a climas diferentes, incorporando nuevos habitos, crean, do, en fin, el imprescindible microciima hogareiio que el jap- so minimo de un aio imponia a todos. Una vez mas -dando raz6n a la intuici6n popular- vol- via a importer s6lo la calidad humana de los reci6n llegados. LAS SEMANAS SIGUIENTES Los contratados principiaron entonces diferentes batallas: para algunos sobrevivir y ahorrar, para otros sacrificarse y ahorrar, en los mas s6lo ahorrar y en unos pocos vivir ple- namente y ahorrar. Para hombres y mujeres formados, es concebible existan dificultades de adaptaci6n, en lo fisico y en lo human, ma- terial 0 spiritual, cuando se pasa a habitar con sentido de permanencia en otro pais. Era concebible tambi6n que asi pasara en Venezuela, con climas y poblaci6n tan distintas de las nuestras o de los de Argentina, Peril, Chile, Cuba, Puerto Rico; pero un cambio enfrentado con un minimo de simpatia o al menos de tole- rancia, habria sido suficiente para salvar todas las dificul- tades. Porque los sueldos de los contratados y la accesi- bilidad a los objetos de confort personal, determinaba que el mas serio obstdculo -la incomodidad material- no exis- tiera en Venezuela. Pero, claro, si el ansia de guardar para el future era tal que hacia insuficiente la disponibilidad destinada a un super- minimo -a veces ni decoroso-, entonces la crisis psicol6gi- ca sobrevendrfa indefectiblemente. A los prejuicios y estereotipos normales en las relaciones interpueblos, se habia sumado el deliberado razonamiento -basado en otro prejuicio- de que se iba sacrificadamente a trabajar en Venezuela, a pasar penurias para asegurarse un future mejor fuera de Venezuela. Toda una idea masti- cada antes de partir de los respectivos pauses, comentada con esposas, novias, padres o amigos, y ejecutada luego al pie de la letra, t las crisis sobrevinieron. Pueron tan variadas y de tal maghitud que pudieron catalogarse como "locura tropical". Las menos graves, por simple ausencia de integraci6n: tris- teza solitaria, resquebrajamiento de las costumbres rutnir. rias, malestares fisicos. Las mas graves: inesperadas crisis de personalidad -ted- ricamente inexplicables en docentes- que desembocaron en aventurerismo romantico, inescrupulosidad moral en pensa- miento y acci6n, truhaneria y celestinaje. Hubo tambien casos de etnocentrismo sublimado que pa- saron a integrar el mejor anecdotario: por ejemplo, el del colega porteiio con su eterno afiorar del Petit Caf6 y ]a barra de amigos, quien tras varias semanas de radicacion estabilizada, mantenia en su reloj "la hora de Buenos Aires" y unia al cdlculo para la de Venezuela, el recuerdo de sus vivencias a aquellas horas en su ciudad. Forma de muralla individual similar a la emergente de otros colegas -ahora compatriotas- que tanto por ahorro como por evitar verse alguna vez en la necesidad de opinar Sobre la situaci6n politico-social del pals, no compraron el diario durante su estadia complete en Venezuela. ,Cual fue nuestra situaci6n personal? Deriv6 tambidn do tin minucioso cumplimiento de planes, iniciados algunos an- tes ya de la partida. Entre ellos, informarse, releer algunas novelas de Gallegos, revisar las obras de Otero Silva, Arraiz y Uslar Pietri, repasar bien la geograffia fisica y econ6mica de Venezuela. Naturalmente nos propusimos una meta: integrarnos. Ello significaba hacer todo lo possible para vivir plenamente, co- nocer la mayor cantidad de lugares y de gente, documen- tarnos sin pausa sobre hechos y process que un pals et ebullicidn nos depararia. Un pais que velamos esperanZa- damente habfa decretado hacia dos ailos una revuelta popu- lar exitosa y presentaba un panorama presidential aparente- mente progresista desde nuestra latitud 350 Sur. Se dirA que tambidn existian planes de ahorro. Pues biefn, no; eso qued6 recien como resultado de nuestro segundo ano de contrato; por entonces, a fines de 1959, alcanzaba colmo milagro economic el que hubieramos podido casar- nos y la iniciacion de una vida independiente, sin padri- nazgos de familiar. Para quienes ganabamos entonces como docentes en la patria 600 pesos cada 30 dias de trabajo (55 d6lares), cobrar de pronto centenares de dl6ares al mes resultaba carente de coordenadas comparativas. Aseguramos aqui que en la vis- pera no hicimos un solo calculo de lo que se podria gastar o ahorrar. Fuimos absolutamente contiados en que por iracasada que resultara la "aventura", poder trabajar por una causa lati- noamericana a los 25 afios, en la actividad que a uno le gus- ta, era un privilegio matizado con abundante buena suerte. Y cargados de entusiasmo, mAs juntos y compafieros quo nunca, los problems de adaptaci6n tuvieron que ser y fue- ron casi inexistentes. Pudimos no solamente vivir, sino convivir con Venezuela. Por eso las pAginas que siguen deben verse no como cr6ni- cas de viaje sino como crnicas del diario vivir, a veces quizas demasiado personales, absolutamente sinceras, nun- ca despectivas, narradas con la misma emoci6n que casi nos hace radicar del todo all& y con la misma franqueza que determine nuestro regreso un poco antes de lo imaginado,, ,'-.\ R(e~iores recorndas .4r EscaIt 0 ioo 200 IO~S 0J O / I.o .1 %. I / VIVENCIAS GEOGRAFICAS COMUNICACIONES Apenas 1.000 kil6metros de vias f4rreas present Ve.na- zuela en la actualidad: material anticuado y trocha angosta, con rutas pensadas para tender a limitadas necesidades lo- cales -facilitar la explotaci6n de las minas de carbon en Naricual por ejemplo-, su desuso es creciente. Por si, y por el impulso avasallador de las carreteras y caminos, que van tejiendo esa red de arafia, que desde la costa ya cubre prolijamente las tierras al Norte del Apure- Orinoco, y tiende sus hilos pioneros hacia la Guayana ve- nezolana. Son casi 10.000 kms. de carreteras pavimentadas y 18.00(y de engranzonadas, traficables todo el afio, y miles de flaman- tes caminos vecinales de acceso a los innmimeros caserios rurales (iniciados desde 1958). Giran todas alrededor de un admirable eje central: los 23 kms. de Carretera Panamericana -Caracas-Valencia-Bar- quisimeto-San Crist6bal-C6cuta (ya en Colombia)- Alli, er- tre Caracas-Valencia, la Panamericana alcanza el climax de belleza y Drecisi6n: 160 kms. de autopista con anchas vias doubles, tr6boles de distribuci6n, enjardinados frecuentes, re- paradores descansos en estratdgicos lugares. Valencia y Ma- racay se han transformado asi en ciudades satdlites de Ca- Tripuditoa 17 ~aceh, conurbaciones latentes, mnrced a tina ntaravilla de la tecnica vial. Es aqul6 un eje central no estrictamente geogrdfico, sin,) econ6mico-social: porque Venezuela ha vivido hasta hoy vol- * cada a. Occidente. Prueba de ello es que recien a fines de 1961 qued6 defi- nitivamente pavimentada la carretera Caracas-Cumand: 450 kms. bordeando la Cordillera Costera o el literal caribe, cue inyectardn nuevas energies y comercio acelerado para una cuarta parte del territorio national. Las carreteras vuelven a aportar un segundo testimonio de la importancia del poniente venezolano: alli estdn tam- bidn la ruta Caracas-Maracaibo (670 kms.) a trav6s de los desdrticos mddanos de Coro, y los 180 kms. entire Mara- caibo-Agua Viva entroncando con la Panamericana. ,Es ne- cesario recorder la importancia del petr6leo en esta realidad? Una tercera troncal de jerarqufa es la Carretera de los Llanos, la larga ruta transversal que sirvi6 tradicionalmen- te de uni6n entire Occidente y Oriente, invariable recorrido plano a traves de San Juan de los Morros y Valle de li Pascua,l que tras 460 kms. terminal en El Tigre, en plena zona petrolera oriental. De San Juan de los Morros, recto al Sur, se llega a San Fernando de Apiure, important cen- tro ganadero. Por Oriente, en tanto, el centro de dispersion estA en Barcelona-Puerto La Cruz, desde donde puede partirse" ha- cia Cumann, recorriendo 80 kms, del mas admirable pano- rama caribe que existe en toda Venezuela, "sobrevolando" a mitad de montafia entire precipicios y values. Tambien sale de Barcelona la carretera que comunica con Maturfn, atravesando torres petroleras y mechurrios ince- 1 En el filtimo tramo oriental de esa via, el que va de Valle de 1.- Pascua a Aragua de Barcelona, estan Tucupido y Zaraza, dos pueblos que merecen ser conocidos, tras los excelentes studios que de ellos rea- liz6 J. A. de Armas Chitty. Fueron editados por la Universidad Centra, da Venezuela. 18 santes; y m"s allh con Barrancas, en el cano Macareo, yai en el delta del Orinoco. En direcci6n Sur-Sureste va de Barcelona a Ciudad Boli- var la gran ruta transversal del Oriente, con 280 kms. de implacable rectitud e impecable construcci6n. Este filtimo dato tendrfa que haberse reiterado para cada kil6metro de todas las carreteras citadas. Pero no es la construcci6n y correct conservaci6n lo que mas nos in. presion6. Fue sobre todo la audacia de trazados, la decision ante los obstAculos naturales, la belleza de las carreteras qiue se meten por las ciudades, circundandolas, atravesAndolas o superponidndose a ellas, y sobre todo la celeridad en su rea- lizacion. Hay dos simbolos indiscutibles: la autopista Caracas-La Guayra y el Pulpo de Caracas. La primer, construida n un costo de 200 millones de d6lares, y por cuyo peaje ya se ha recaudado varias veces su valor, fue una de las obras impresionantes del gobierno de Pdrez Jim6nez, en sustitu- cidn del sinuoso camino de montafia. I,,pi. ii- dejar de admirar hoy la suspendida cinta de cemento, que en un sole gran arco de cfrculo, perfora tfineles bajo la montafia y salta abismos con una elegancia que enmudece al reci6n 11le gado a Caracas, y lo hace sonreir con melancolia en el filtimo viaje hacia Maiquetia. La segunda obra monumental se inicio, realize y terminii, en un lapso de seis meses, dentro de nuestro bienio vene, zolano. Una imprescindible soluci6n para resolver el acceso al centro de la capital y evitar sus congestionamientos con- tinuos, acrecentados desde 1955 cuando equivocadamente :~ prolongara la avenida Bolivar, hasta unirla con la Autopista del Este. La soluci6n fue entonces una compleja superposici6n d6 kil6metros de calls a diferentes niveles, sostenidas pox columnatas, que oriental y distribuye el trdnsito; pudimo, seguir su construcci6n -continua durante las 24 horas del dia- entire Bello Monte y la Ciudad Universitaria, en cada uno de nuestros peri6dicos viajes a Caracas, y Ver en pocb tiempo complete un paisaje urban revolucionario y sorpren- dente. En tanto, los 200 metros de tfinel bajo la avenida 8 do Octubre, en Montevideo, todavia seguian sin completarse tras dos afios de trabajo, cumplidos, desde luego, en hora- rios de oficina. CARACAS Su fundaci6n data de 1567, en que ol espafiol Diego de Lozada le diera el nombre de Santiago de Le6n do los Ca- racas, en homenaje a la tribu indigena que poblaba el valle desde antes del uescubrimiento. La primitive edificaci6n colonial se mantiene durante mIs de tres siglos, y las nuevas construcciones respetaron su. cAnones arquitect6nicos; sera reci6n en 1866 que Antonio GuzmAn Blanco, impresionado tras su viaje a Paris, decide transformer la ciudad. Sin un plan de urbanizaci6n, se li- mita a derrumbar edificios y levantar en su lugar construc- clones monumentales par a la poca. Ese principio de transformaci6n qued6 paralizado con el ascenso al powder del general Juan Vicente G6mez, quieii durante 26 afios mantuvo la sede de su gobierno en Maracay. Por aquella 6poca Caracas era una tipica ciudad de mon- tafia, con sus callecitas angostas, a la que se llegaba por tortuosos caminos que rodeaban los cerros vecinos, al bor- de mismo de los precipicios. Es en 1937 cuando se piensa en un desarrollo de la capital basado en una planificacidn. Se crea la Comisi6n de Urba- nismo, y se nombra un grupo de urbanistas y planificadores franceses para oncarar el remodelado de la ciudad. No pas) esta planificaci6n de los proyectos, pero ya en ellos se veia: trazadas todas las avenidas que hey cruzan la ciudad. En 1946 se adapt este plan a las necesidades del momen- to. Surgi6 as; la transformaci6n del Silencio y el proyecto del Centro Sim6n Bolivar, formado por dos bloques gemelos de 30 pisos cada uno, en que tendrian asiento los ministo. rios. Una amplia ;ed de vias subterrdneas serviria para al aparcamiento de los carros y la comunicaci6n por debajo de las transitadas called. Para construirlo fue necesario derribar 8 manzanas de edificios, y se realize a un costo superior a los 1.000 mi- Ilones de bolivares. La ciudad tom6 asi un -:specto imponente: al desarrollo edilicio estaba en march. Paralela a la construcci6n de edificios marchaba la de ave- nidas y autopistas, tan necesarias para descongestionar 'I centro de un ciudad que ha crecido, en nimcro de habitan- tes, a un ritmo insospechado. Veamos algunas cifras: para 1920 Caracas apenas llegaba a los 100.000 habitantes; en 1936 habia alcanzado ya el cuarto de mill6n; 25 afios despude habia multiplicado por cinco esa poblaci6n: tenia 1.300.000 habitantes. Es la tfpica capital macrocefala; segfin el censo de 1961 agrupaba el 17 % del total de la poblaci6n del pa;s. Pese a las vias de trAnsito modernas, el congestiona.mien to es inevitable y se produce las t picas galletas. Esto es debido a la gran cantidad de autos particulars que circu- lan, agudizado por la deficiencia del transport colectivo, lo jue hizo que proliferaran los taxis por puesto. Para 195:) habia en Caracas 12.000 taxis, es decir, la misma cantidaa que en Nueva York, de poblaci6n diez veces mayor.2 Como toda ciudad, tieno barrios caractPristicos bien life renciados centre sf. El Silencio es durante el dia la zona de oficinas y bancos, en que una actividad febril enloquece al via.ero. Por la. noche surge un mundo distinto, callado y oscuro, y un tipo 2 Datos extraidos de Acci6n sobre Caracas, publicaci6n do Centro Sim6n Bolivar Comercial Anonima. Talleres CGrdficos Ilustraciones. Ca- racas, sin fecha. de vida diferente, propio de las parties viejas de la ciudad, empieza a despertar. En direcci6n al Este encontramos algunos parques arbo- lados como Los Caobos y la famosa Plaza Venezuela, quc marca la entrada de la Ciudad Universitaria, y mis alld Sabana Grande, la zona de los comercios lujosos, cines, res- toranes y confiterias. Alli si, la vida es continue; durante el dia, compradores y vendedores agitados recorren sus an- chas veredas. Por la noche, miles de luminosos serpenteau y los caraquefios y turistas deambulan de vidriera en vidrie ra admirando la. belleza de sus decoraciones. Mas alld el Parque Nacional del Este, 10 hectareas dedl- cadas a las plants y a los animals, verdadera belleza de la naturaleza que el hombre ha sabido recrear. Ya a la altura de Plaza Venezuela, extendinddose por el Norte y el Sur, comienzan a sucederse las urbanizaciones o barrios residenciales. Sus casas con jardin -las famosa, quinticas- y las calls profusamente arboladas, parecen for- mar un mundo aparte de la bulliciosa Caracas. Asi encon- tramos a Colinas de Bello Monte, El Bosque, Los Palos Grandes, La California, entire otros. Al igual que las otras grandes ciudades de Amdrica La- tina, Caracas tiene su cintur6n de miseria, formado por la gente que lega de la campaia o los radiados de la propi; cindad. Pero Caracas no s6lo los tiene sino que los exhibe: desde cualquier lugar, alzando los ojos, vemos los cerros con sus laderas cubiertas de ranchos hasta la cima. La solucidn, ya iniciada en 6poca de P6rez Jimdnez, fue la construcci6n en series de grandes bloques de apartamen. tos. Asi surgieron las urbanizaciones modestas, que no lo- graron su prop6sito, pues el drenaje de la gente hacia la capital sigui6 su ritmo, La ciudad result hostile al turista que a ella llega, y esta no fue s61o nuestra impresi6n, sino la de cuantos la visitau. El intense movimiento de vehiculos que se suceden en in terminables filas, la gente que camina apurada esquivandose entire si y la falta de Arboles en la zona centrica, la vuelven inhumana. Sin embargo se la aprende a querer muy pronto; en cuanto se vuelve familiar cada barrio, en cuanto uno se convierte en habitud de un hotel, de un restorAn cuya ss- pecialidad hacemos nuestra. Cada viaje a Caracas lo cumpliamos con el carifio de quien vuelve al hogar, tanto se nos adentr6 en los senti- mientos. Y nuestro filtimo recuerdo entristecido fue para ella, la cludad inh6spita, espejo fiel del pueblo que alberga, que se cierra al extranjero recidn legado, para luego vol- carse a 61 en una amistad plena e incondicional que wr conoce falsedades. LA COSTA CARIBE Arenas rosadas, cocoteros inclindndose sobre la orilla, aguas color esmeralda, tibias y transparentes, bajo las cua- les se divisan, vibrando al compas de las ondas, corales. erizos, andmonas y estrellas de mar. Esa es la version cinematogrAfica de las playas del Ca ribe; tal la realidad como la disfrutamos a pocos kll6metros de nuestro hogar cumands. Pero no toda la costa de Venezuela es asi. Para caractb rizarla en conjunto debe presentarse antes el relieve cerca- no. Porque todo obedece a la Cordillera de la Costa, que en una double cadena paralela -litoral e interior- cruza el pais de Oeste a Este, en la latitud 100 Norte; esa doblb cadena puede dividirse a su vez en dos tramos, el central y el oriental, separados por la depresi6n del rio Unare.3 Relieve originado en el period creticico de la era Se- cundaria, contiene calizas, areniscas, y conglomerados, pero sus rocas mds abundantes son los esquistos metam6rficos, 3 Antonio Cardenas C.: La Cordillera de la Costa y las Islas del Caribe. En Revista Geografica de la Universidad de los Andes. No. 4 M6rida, febrero de 1960. atravesados -visiblemente gracias a la construcci6n de o1- rreteras y caminos costeros- por intrusiones igneas. Sobre la cadena litoral oriental abundan los f6siles marines; alli se recogen los notables pecten, moluscos bivalvos identicos al tan difundido por la propaganda Shell, con sus estructuras Intactas, -petrificadas. Hay ademas impresionantes grietas, hondas hasta donde la vista no alcanza, originadas en fallas ya mis modernas, del Terciario, y por ello ain no acomodadas; eso explica los pequefios sismos que, desde Caracas a Cumand, ocurren con frecuencia. La cordillera litoral oeste cae abruptamente hacia el mar, y al continual el mismo declive debajo de las aguas, no deja plataforma continental alguna, y tampoco habilita puer- tos adecuados; Puerto Cabello es una excepci6n. En el centro de la Venezuela costera es Que se encuentran las playas arenosas mas extensas y abiertas: los rios Unare y Tuy depositan sus aluviones en la costa baja, la corriente ecuatorial en coordinaci6n con los alisios acumula las are- nas marinas contra el litoral; asi se explican las notables restingas que vemos paralelas a lIa carretera por dond, marchamos. Y entire medio, extensas laguna litorales (Piritu y Tjnare por ejemplo), derrames debilitados de los rios nombraldos impedidos de alcanzar el mar, que se van secando acele- ladamente, y liquidando regions tradicionalmente pesqueras. A partir del morro de Barcelona, hacia el Este, se encuen- ira la "verdadera" costa caribe. La cordillera vuelve a ele.- .arse, pero las antiguas cadenas montafiosas paralelas nl mar ya no existen, se han hundido y afloran apenas sus cumbres, convertidas ahora en peninsulas e islas. Archipid- lagos que cmergen del azul mIs intense y puro como el cielo (Borrachas, Chimanas, Carcas), limitar!do un horizon- to cereano. Junto al acantilado, frecuentes atalayas de troncos y te- cho de palma; sobre ellas, oteando el Caribe todo el dia, el 24 expert vigiat de los pescadorcs. Basta un rizar de aguas, una mancha diferente para que tales hombres admirable conozcan qu6 peces integran el cardfimen que se aproxima, y mas afn, su dimension, esto es, el nftmero precise de arrobas a extraer, que justifican o no el aviso de salida, comunicado a sus convecinos en el pueblito de la playa. En lo demds, siempre el Caribe intercaltndose, desde las estupendas bahias inmensas como la de Mochima, hasta las ensenadas miniature, en que la soledad propicia el suefio de la playita propia, como en Icacos. Un Caribe somnoliento y neblinoso en las maianas,-diA- fano y rotundamente azul en las primeras horas de la tarde, azogado a la puesta del sol, cuahdo una pitin-a luminosa impide ver otra cosa que el brillo de superficie. Del azul Caribe a la distancia se pasa sin solucitn de continuidad a este verde de las ensenadas, que conjuga con las palmeras y so ve veteado en su cristalinidad por man- chas oscuras, que acompafian el lento descender de las arenas bajo las aguas. Ahora hay que desperezarse de gozo sobre la arena rosada y buscar la sombra propicia de la copa de palmer que nos corte la imagen del sol; contra 6ste quedaran fotografiados, con una corona de luz, los verdes cocos cumbreros. 0 flotar con displiscencia infinita en esas aguas sensuales. que a distancia dejan ver cada movimiento submarine de los bailistas. Unas pocas brazadas, hacia las puntas, y "el mundo si- lencioso" estarA al alcance de la mano. La ondulante Y sensible anemona marina hace florecer el Arbol de coral que se ramifica buscando !a superficie: en el hueco de la nasa madrep6rica, que uno pensaba pisar, emergen ahora punzantes dardos negros. de 5, 10, hasta 20 centimetros. urticantes defenses del erizo. Entonces hay que detenerse, volverse fauna bent6nla, abrir bien los ojos bajo la mascarilla y observer sin des- canso: el pequefio y violeceo brazo ondulante que emerge detrAs de la roca, result ser al fin de un pulpito juguet6n que vuelve a esconderse; las estrellas de mar principian un Agil ambular lateral que sfibitamente puede convertirse en ballet acuatico; pero today la fantastica dinAmica de la zona intertidal culmina alli ante el espongiario generoso, grand casa de apartamentos de gusanos y pececillos multicolores, de estrellitas apenas mayors a una unia y otros cincuenta individuos mAs que contamos acumulados, tras partir el es- pongiario con un machetazo investigator. Cuando uno vuelve a la superficie, las arenas rosadas y los cocotales resultan much menos bonitos que antes. CUMANA El acceso a CumanA se hace por la carretera que viene de Caracas, y que en esta part deja a un costado los cerroe y se vuelve lHana y casi sin curvas. Una pequefia escala en la alcabala para revisar la docu- mentaci6n nos seilala la proximidad de la capital del Es tado Sucre. A la izquierda, a unos 3 kms. de la entrada, el Cumana- goto -hotel de una lujosa cadena- muestra al viajero las bellezas de sus lines modernas, sus parques arbolados sus canteros do flores multicolores, su piscina de agunis tibias rodeada de palmeras y comodos sillones que invitan al repose; y mds alli, la playa ancha de arenas blancas. Verdadero paraiso de belleza tropical, constituyen el es- parcimiento mnximo en Cumand las reuniones de los domain gos alrededor de la piscina o junto al bar, de los much, extranjeros y pocos venezolanos que alli concurren. Es cosa curiosa qul siendo un pafs de eterno verano, y disfrutando de playas tan maravillosas, 91 veaezolano poi & las frecuente y prefiera pasar sus dias libres en el campo. en las charas que rodean la ciudad; y de bafiarse, antepone las aguas del rio Manzanares a las del Caribe. 2.6 CumanA se ofrece al viajero en la figure de un indio en. managoto esculpido en piedra, que tiende al que llega la riqueza de la zona: un pescado. Pero antes de describirla, conozcamos algo de su ubica ci6n e historic. Esta zona que ocupa la ciudad oriental es- taba antiguamente cubierta por el mar, que se extendia has- ta la cordillera calcArea, antiguas islas del Golfo de Cariaco. Quedan come testimonio de aquellas dpocas, f6siles ma rinfos en today la cadena literal, al alcance de la mane del viajero curioso. Es la cindad mis antigua de las Indias Occidentales. En 1520 Gonzalo de Ocampo fund Nueva Toledo, a media legua de la desembocadura del Manzanares; un afio despuds Jai- me Castell6n la emplaz6 en su posici6n actual, a 100 38' de latitude Norte y la rebautiz6 con el nombre de Nueva Cdrdoba, concluyendo su fortaleza. Esta, edificada sobre el cerro San Antonio -del cual to- m6 el nombre- fue construida para la defense military. Se mantiene afin, pese a los terremotos que ha debido sopor- tar y que en 1766 y 1797 destruyeron completamente la ciudad. Desde el Fuerte se divisa today la ciudad. Sirviendo de limited al Norte, el azul profundo do la Fosa de Cariaco. con su Puerto Sucre de intense movimiento, no s6lo por los barcos pesqueros sine tambidn por los que, desde Europa, Estados Unidos, llegan algunas veces con mercaderfas im- porltndas directamente por los comercios cumaneses. MAs atrAs, cerrando el Golfo, la peninsula de Araya, con su industrial de la sal, modern en su maquinaria que recien on 1962 empezaria a funcionar, sustituyendo al sistema man- tenido desde la Colonia. A la derecha, y a medio camino de la cumbre del cerro. el cementerio con los pequefios panteones blancos. MAs le- jos, el barrio modesto -Caigiiire-- con sus casas de pes- cadores y sus ranchos recostados a los cerros, recibiendo en la 6poca de Iluvia la greda barrida por las ,aguas, quic 27 anega de barro los casinos hasta las mismas puertas, arraa- trando consigo potes de conserve y desperdicios recogido,; en el descenso. Las manchas verdes de las plazas se suceden a intervals: Plaza Miranda, Sucre, Bolivar. Y se elevan airosos los cam- .anarios de sus iglesias: la Catedral, Santa Inds o Alta Gracia, y la mis modern de la Virgen del Valle en el Barrio Obrero. Cumand tiene, de acuerdo al Censo de 1961, 71.000 habi- tantes; sin embargo impresiona como una poblaci6n mucno menor, pues carece del movimiento que tal cifra deberta producer. Es que la mayorfa de sus habitantes viven en condiciones, infimas, marginando la ciudad en barriadas de ranchos de lata o de bahareque, sin saneamiento ni calls, lo que tranrc forma el lugar en un barrial maloliente de aguas estau- cadas. La edificaci6n es, en su casi totalidad, de una sola plant como consecuencia de ser zona sismica. Al Colegio de curai y al Hotel Rio, inicos edificios de tres pisos, se agregaron en 1959 los bloques de apartamentos populares constru;dos por el Banco Obrero, estatal, que proporcionaban una vi- vienda c6moda, limpia y a precious reducidos, en que ol inquilino se transformaba en propietario mediante el paao del alquiler. La parte c6ntrica la constitute la Plaza Miranda, quu abarca dos manzanas. Profusamente orbolada, constit.uye I Jugar de reuni6n de los numerosos carrots libres, y Ia salila de los autobuses que recorren la ciudad. Frente a ella, al cine Paramount, modern y con on sistema de refrigeracio.t tan pot.ente que la poblaci6n ha transformado su nombre en "PAramo". Constituye el iunico lugar en que las mujerea ipeden lucir sii ropas de abrigo. Atraviesa la ciudad el rio Manzanares, que corre por el valle comprendido entire el cerro San Antonio y las mon- tafias del interior, hasta desembocar en el golfo de Cariaco. 28 A ambas mArgenes, remontandolo, se suceden tas charas que proven de verdura y frutas a la ciudad, y de sus na- cientes se obtiene el agua que abastece a la poblaci6n. Sus aguas barrosas son la atracci6n de los muchachos que, completamente desnudos y en plena ciudad, se lanzan. a nadar en ellas. En las afueras, constitute punto de re. uni6n de las lavanderas. El rio divide la ciudad en dos parties, y el cruce de una a otra se hace a trav6s de tres puentes, el central de los cuales, que continia a la calle principal, apenas es suficiente ya para su enorme movimiento. Frente al Manzanares, el Hotel Rio es el centro de la colonia extranjera resident en Cumand. En 61, y junto a sus duehos -un matrimonio franco-hispano- amigos pa.ra siempre, se pasaron los mejores mementos. Impossible olvidar ya nunca mis 6sta, nuestra ciudad; in necesario reiterar otras palabras que las dichas por Huni boldt cuando la dej6: Cumana y su suelo polvoriento se presentan aflu todavia a nuestra imaginaci6n mAs a menudo que todas las maravillas de las cordilleras. Merced al cielo hermoso del mediodia la luz y la magia de los colors adreos embcllecen una tierra casi desa nuda de vegetables. No solo ilumina el sol los ob. jets sino que los color y los rodea de un vapor leave que, sin alterar la transparencia del aire, vuel- ve mrs armoniosa la tintura, suaviza los efecto- luminosos, y esparce en la naturaleza la calma que se refleja en nuestra alma. ...meses hacia que habiamos desembarcado en esa playa como en una tierra nuevamente descubierta. extrafios a todo lo que nos rodeaba, acerc(:ndonon: desconfiados a cada zarzal, a cada lugar hiimedo y sombrfo. Ahora esa misma costa desaparece ante nuestras miradas dejandonos recuerdos que pare. clan datar de antiguo. El suelo, las rocas, las plan. 23 tas, los habitantes, todo se nos habfa hecho fa- miliar.4 LA CUEVA DEL GUACHARO Caripe, 20 do noviemn)bre d(e 190. Querida familiar: Se vinieron los 26 aflos; extrailos casi a uno mismo, o por lo menos a lo habitual en uno, durante el p.imer cuar- to de siglo. Raquel habia preparado cositas como para fcstejar, has- ta con pifiata y chirimbolos, pero aquf lejos no puede habe:- cumpleafios como los de siempre. Asi que de comfn acuer- do, y de locos que somos, resolvimos festejarlo "como los de nunca", y ;,d6nde piensan que nos fuimos? A lo inms hondo possible de la Cueva del (Guicharo, a oir pasar los minutes sin tiempo y sin mnundo, primeros minu tos de un nuevo aflo de vida, al conimas del goteo incesante del agua calcdrea que forma una lenta estalagmita que qule- re Ilegar a grande (yo), desde una o varias eatalactitas pre- ciosas y firms, brillando cada vez que se las busca con 1t liz, sin ostentaciones, silenciosamienie presents, nlccesitan- dolas siempre que se quiere imi)rimirn belleza a la experiec- cia (asi son ustedes). Salimos el 19 a las 6( a.m., y tras un vlaje bonito en qu, desde el cero del mar y el calor perpetuo, se asciende len- tamente hasta los mil y pico de metros y un agradable fresco de 170 en Caripe, legamos a la Cueva a las 10 de la mafiana. Comimos antes de entrar, azotados por una garfia desco- nocida ya, plena de remembranzas, y terminamos de leer las observaciones de Humboldt -que la visit en 1800 y describi6 admirablemente. 4 Alejandro de Humboldt: Viaje a las Regiones Eqiinocciales del Nuevo Continente. Ediciones del Ministerio de Edugaci6n. Caracas 1956. Tomo II. 30 Nuestro equipo de aficionados podfa consideraise bueho:' pantalones viejos, abrigos, zapatillas, linterna (jua-jua), cA- mara fotogrdfica con flash y ojos masajeados convenient, mente. La entrada da al Sur, una abertura en el pared6n de roca de 25 metros de ancho por 20 de alto, mds o menos, y a ella se llega por una graminea cubierta de florecitas rosadas, como macachines, que contrastan con el intense verde hi- medo de los alrededores. La primera impresi6n a transmitir, quizas parezca dema- siado simple: "No son tan lindas como las cuevas o grutas de las peliculas", "No tienen ya tantos guacharos como en 6pocas de Humboldt", "Estin mas sucias de lo debido, gra- cias al hombre Pero es de esas cosas, de esas oocas cosas que hemos topado en nuestras recorridas por Am6rica, en que uno puede sentirse descubridor y solo, Dese a que el farol Cole- man del gufa desentierra de la perpetua oscuridad tantos residues de cajas vacias de pelfcula y bombillos usados. Sa puede hurgar igual la pura naturaleza, pues lo bello est, arriba, distant de la maldad: ondas acolchadas de roca-. que parecen auroras polares, cascadas de hielo petrificadas y salpicadas de estrellas, estatuas de la santidad con mas presencia balsdmica que en los mismos temples, en fin, todo lo que la imaginaci6n adapte a nuestro mundo perecedero. Porque lo notable esta en eso: a solas con la imaginaciin todo adquiere un sentido. Para el cazador est~n las patas de elefante suspendidas sobre la cabeza, como en una trampa; para el beato, decenas de imdgenes en que San Jos. ina Virgen del Carmen y el Calvario con .su tal escalinata, ofre- cen confianza... para ir mas adentro; para el misico la Sala del Organo, con sus mil sonidos cristalinos; para el ge6grafo estA todo: rios subterrAneos, intrusiones en las mismas estalactitas, micas portentosas haciendo precioso lo admirable; hasta el sensual tendrk su sala especial, en que 81 de una b6veda proiffica podrA elegir su forma preferida d1 senos. En sintesis, Z,c6mo es la cueva? Andres Eloy Blanco res- ponde: La cueva es un molino de molerte OIs ojos. Por un lado los metes de carbon y por otro lado los sacas de diamante.5 Felizmente la naturaleza es lenta y sabia, y en las grutas ha decretado formarse desde arriba y no en lo bajo; cuan- do las estalactitas estan a la mano del hombre, su suerte estA echada. Decenas y decenas de ellas estan ya por el suelo, tronchadas como colmillos de elefante, las mis de las i'oces sin raz6n porque las puntas se reconocen y hasta podrian reubicarse. Hoy dia la prohibici6n de sacar trozos de ~1s cievas es terminate, pero el tiempo no ha pnlsdo en vano; y ese hoy dia parece en ocasiones demasiado pronto, como cuando ahora los "afectados" somos nosotros. Pero mejor hacer antes una sintesis de la disposici6n interned: la Cueva del GuAcharo acostumbra ser dividida en dos grades sectors, la parte turistica y la profunda. La primer costa de tres galerias sucesivas: 1) el Sal6n de Humboldt o de los GuAcharos (773 metros por 13 a 3.> de ancho, por 50 de alto maximo), allf las estalactitas cun Patas de Elefante, y la notable estalagmita tipo Torre. A traves del estrecho Paso del Silencio se 1lega a 2) el Sal6n del Silencio, de 240 metres de largo; alli el Paraguas es- culpido en lo alto. 3) El Cuarto Precioso, con casi 100 me- tros y su Cuarto de los Senos. Finalmente, a tiav6s de una sima de 6 metros, se llega al Cuarto de Caribe Vidal y de ahi en adelante viene la part profunda, casi inasequible. Deben atravesarse las Ga- 5 Andr6s Eloy Bhlnco: Baedeker 2000. Feria del Libro Venezolano. Obras de Andr6s Eloy Blanco. Editorial Cordillera. Caracas-Buenos Ai- res, 1960. Ranchos de Caracas lerias del Cuarto del Viento, y ello significa pasar por unt semi-sif6n: una grieta inundada en que el espele6logo debo sumergirse totalmente, y tiene poligro de atascarse y morir ehogado en cualquiera de los 4 metros del pasaje. Nosotros recorrimos mis de un kil6metro sin parar; por. que en cuevas como esta en que arin no se ha llegado aii fondo -se sospecha hay mas de 10 kms. para internarse y todavia no pasaron los 7 kms.-, a uno le entra la obsesion de los records. Sin darse cuenta que el record ya existe por el solo hecho de tener el privilegio de star alli, sintidndose por una vez en comuni6n absolute y total con la naturaleza. Porque incluso ese sdptimo cumplido, al parecer tan mi- cimo, tiene visos de hazafia: mas de 200 metros los reco- rrimos por el curso del riachuelo subterrdneo -que da ori- gen al rio Caripe- chapoteando con el calzado ya ensopad(, o descalzos. Un agua helada, rocas resbalosas y punzantes, masas gelatinosas de estalagmitas en formaciOn, en vez de contratiempo resultaban estimulos para ir mds y mrs alia,. Por sobre todas las cosas triunf6 el deseo de ver y apren- der, basado en el previo conocer y razonar, Porque pocae veces puede uno darse cuenta de lo que report para la tranquilidad spiritual, tener sabido lo que la admiraci6n, emoci6n o temor del moment tnto pueden transformar. Es que uno es efectivamente distinto dentro de esas cuevas; quizas la sensaci6n sea parecida a la que Cousteau descriho para el mundo submarine: uno es donde no cuenta como sustancia ni por o contra algo, y sigue siendo respetuosa- mente inmerso en la naturaleza pero no dominado por ella, anin en la mis plena oscuridad, 6sa que deliberadamente provoca de pronto el guia apaganodo el farol. Una oscuridad que nos hace sonreir de los planes prc- vios con linterna porque 3sta no pasa, con su plena potencia. mis allA del metro y medio de distaucia. pareciendo que el rayo de luz es tragado por los espiritus de la gruta, defen- sores de sus guAcharos y sus secretes. El propio farol ,i Ranchos de Cuman "33 mantilla jamAs super los 5 metro a la redonda para 11a observaci6n ftil. Hubo, ademds, una pequeiia-egoista y sin embargo gustosa segunda hazafia: ir casi dos veces mis alli que Humboldt.. A los 470 metros de internarse, sus gulas indios no quisie- ron seguir mis alli; en una de las escasas extensions se- miabiertas de la cleva estd la placa conmemorativa de su alcance. Y se explica que asf fuera, porque todavia una. decada despues, cuando Francisco Depons visit la zona. para los indfgenas en 200 leguas a la redonda, "bajar al Gudcharo" era sin6nimo de morir. Alli nos detuvimos a rendirle homenaje a Humboldt; ojala, por el bien de todos, America Latina forme muchos estudiosos a semejanza de l1. Sus observaciones entusiastamente cientificas valen hoy como en 1800. Alif estin los guacharos, esos pajaros desco- nocidos en el resto del mundo, del tamano de una gallineta 1equefia, gritando siempre, transportando incansablemente semillas para alimentarse y alimfntar a los pequefios. S. millas seculares que hoy son millones, y que propician en ciertos lugares verdaderos colchones en que uno se hunde hasta el tobillo; semillas pretigiadas en toda la region por 'us propiedades magico-curativas, y que por encargo espe- cial de amigos cumaneses, Ilevar amos a nuestro regreso. GuAcharos vapuleados por la maldad y el turismo: IA maldad hist6rica, desde los misioneros que se hacian track' por los indigenas cuanto aceite pudiera sacarse de esas boi- sitas que tienen entire las patas, y que Humboldt observe ; con sorna "ellos (los misioneros) afirman que se lo pagaban a los indfgenas". Maldad present, porque el turismo durante tiempo propl- ci6 con sus lAmparas el6ctricas la huida masiva de las aves; ante la amenaza de su extinci6n hoy esas luces han sido suprimidas. Guacharos al fin simpaticos, porque estabamos usurpando su mundo, un mundo que utilizan s61o durante las horas del sol, penetrando desaforados al amanecer y escapando en 34 bandadas al ocaso, siempre volando "a ciegas" con su sis- tema de radar similar al del murcilago. Un mundo limitado a. ciertas habitaciones de las muchas que "Guacharo's Hou- se" ofrece; a partir de los 400 metros se pasa al Sal6n del Silencio, possible justamente porque ya no hay aves; el vivo silencio del gotear metdlico, el sonriente rumor del arroyo y un crepitar de grills menos dinamiinos que, los conocidos. Porquo no son los guacharos solos quienes representan la vida en las profundidades; el mundo de las grutas pre- senta alli ademis sus ciempids gigantes e incoloros, sus mi- llones de grilles, pegados a las paredes o brotando de entire hfmedos huecos, grandes como cigarras; sus arafias meticu- losas, eligiendo como siempre los aingulos mds apropiados para la caceria perpetuamente nocturna; sus roedores silei- ciosos, que en la plena, sorpresa de la luz con que los en- focamos, resultan menos solapados de lo que debieran; y '1 onombroso subsistir vegetal de "sas plantitas retaconas, atro- fiadas, con sus tallos estrechos y su rudimento de hojas, blancuzcas, carentes de oportunidad para su funci6n cloro- liliana pero igualmente erguidas y atractivas. Contra lo que pudiera creerse, el regroso no es pi'ecipi- tndo y sucho menos ansioso pI' ver sentir luz y lire; solo queda un deseo: cl de grabarl;e para siempre cada nue-. va vision, cada imagen sugerente do la piedra, do todas esas "flores de piedra" que van quedando atris. Cuando la boca de la gruta aparece, desde luego impre siona, pero no por el vivo resplandor en si, sino por el con- traluz que determine en las primeras estalact;tas de su en- trada, justamente la part mis amplia y alta. Estalactitas que para nosotros eran ahora, tristemente, las ftimnsa. Alli dentro quedaba, siempre esperando, la Cueva del Gud- charo. Esperando brindar otro mensaje a los presnrosos e inconformables; el mensaje eterno y pausado, constrnctor del future. Por eso no pas6 lejos de ustedes, rqeridos todos, porque el mensaje eterno, pausado y constriictor fie al fin ui mensaje de la familiar, que estuvo present en ni cn- rioso primer dia de los 26 afios. German CUBAGUA Todavia hoy es un nombre cargado de misterio y aven- tura. Es ficil, no obstante, Ilegar a esa. isla. situada a medio camino entire Punta Araya y Margarita, y en la ruta de los ferry que comunican Cumand con el embarcadero de Ponta Piedras, apenas 20 kms. al Suroeste de esta fltima. En nuestro caso, la visit form parte de today una expe dici6n organizada por a .Universidad de Oriente para ilus- trar a visitantes extranjeros, y cont6 por ello con la prr- sencia de la persona que mejor conoce Cubagua y que la h11 redescubierto y la continfa reconstruyendo, el arqueologo Prof. Cruxent. Porque Ilegar a la isla es algo mas que acceder a uno de los vdrtices del tridngulo perlifero mds rico de todo el Caribe (Coche-Cubagua-Punta Piedras), es poner pie en la primer ciudad fundada por los espatioles en Amnrica deoi Sur. Alli en el Este de la isla, se emplaz6 Nueva CAdiz "n :1500. Una ciudad bruscamente desaparecida, cuyas ruinas que- daron visible hasta fines del siglo pasado, y que ban sido sistematicamente excavadas recidn a partir de 1954. Tras un viaje en mar movido, todos deseabamos abando- nar el viejo lanch6n y desembarcar lo antes possible para recorrer al maximo la isla. MAs prisa que nosotros detnos- traron los colegas que nos acompafiabah, especialmente ei professor compatriota Rubens Arizmendi -en quien descono- ciamos intereses arqueol6gicos- que se lanz6 ya en el pri- mer bote hacia la orilla. Tardamos mis de media hora en desembarcar, pues el lan- ch6n no podia arrimarse mas sin peligro, debido a los ban- cos arenrosos y arrecifes coralinos. Al fin estuvimos en tie- rra, y alli en medio de un rudo grupo de pescadores -los escasos habitantes permanentes en la isla- nos topamos con el urgido compatriota... tomando mate en medio del si- lencioso asombro de los natives. Todo el apurd derivaba lo la necesidad de agua caliente para llenar su termo; palito de yerba ya trafa. Y asf fue como la cultural rioplatense tam- bi6n lleg6 a Cubagua. Desde el embarcadero tuvimos que cruzar la isla de Oes- te a Este para alcanzar Nueva CAdiz. Ella es un impresio- nante desierto. con una antihumana vegetaci6n xer6fita de pequefias cactAceas candelabro, rodeada por blancos m6di- nos inm6viles. No se trata de arena, sino de trillones d ostras minuciosamente vaciadas en busca de las perlas, des- de aquella primer expedicion de Pedro Alfonso Nifio y Crist6bal Guerra en 1499 que despert6 la "fiebre de la. perila. Es un simb6lico y nacarado cementerio costanero, (IIq recuerda la impresionante explotaci6n del conquistador vs Iafol sobre indios y esclavos africanos, y uno de los testi- monios que Fray Bartolom6 de las Casas presentaba en 3!i Brevisima Relaci6n de la destrucci6n de las Indias, en dc- fensa de los natives: La tirania que los espafioles ejercitan contra loi indios en el sacar o pescar de las perlas, es un,. de las crueles y condenadas cosas que pueden ser) en el mundo. Mdtenlos en el mar en tres y cuatr,- y cinco brazas de hondo, desde la mafiana hasta. que se pone el sol estdn siempre debajo del agiui. nadando sin resuello, arrancando las ostras. Sa- len con unas redecillas llenas dellas a lo alto a resollar, donde estd un verdugo i.~i'.i en una canoa o barquilla, y si se tardan on descansar le:; da de puiadas y por los cabellos les echa al agnin para que tornen a pescar. La comida es pescado. Las camas que se les da a la noche es echarlos en un cepo en el suelo porque no se les vayan. S'7 Muchas veces zambilllense y nunca tornan a salir, porque los tiburones y los marrajos los come y matan. En la actualidad se dice con raz6n que "el objetivo no es cazar la perla sino la casa de la perla". El 6xito comer- cial de ellas dur6 hasta la segunda Guerra Mundial; los japoneses con sus cultivos artificiales, bastan para surtir al mundo. Los datos estadisticos sobre la filtima cosechLa national duranto 1961 daban 3.640 bolivares como recauda- cidn por perlas y 105.500 por came (ostras enlatadas). Los procedimientos, aunque mns humanizados, no son hoy --alli mismo en los alrededores de Cubagua- mas tecniti- cados que hace cuatro siglos: los meses e cosecha comiei. zan en mayo, la navegaci6n se hace "a ojo" y lo mismo ia determinacidn del mayor placer. El trabajo manual se coin- plementa con el uso de una rastra de acero y cordel tell- io. Un equipo revisor integrado por mujeres selecciona las ostras en los mismos botes, cada uno de los cuales porta, ademas, un fiscal. Hoy viven en la isla unas pocas familas, que deben abas- tecerse totalmente en el exterior. No siempre parece ha- ber side asi, pues mapas antiguos presentan abundantes bosques de pinos en todo su perimetro; pero agua y piedra siempre fueron Ilevadas de Cumand. La ciudad se reconoce hoy por sus dos calls mayors, Y destaca las ruinas de su edificio principal: un convent,,. De 1l han salido los mejores hallazgos que adornan las rui- nas: el esculo de piedra de la orden franciscana, tres gar- golas de estilo medieval esculpidas en piedra y varies grifos. Los muros, poco a poco rehechos, son en general de ba- rro y piedra, con apenas un recubrimiento exterior de cal. Dos hornos de cal fueron hallados en el Norte y Rur df la ciudad, cuya material prima eran los esquelelos coral nos (cirial), muy abundantes afin hoy alli en la plataforma contigua, a la playa, y que vuelven las aguas mas ver- des y transparentes. 38 La curiosidad encuentra ademas nuevos motives de inte- rns: el botijo lleno de perlas desenterrado fltimamente en el sitio de la habitaci6n que el espafiol volvi5 traditional, a un paso de la puerta, para que la persona que entire con intenci6n de excavar, se pare justamente encima de ese lugar. Y el otro apnsionante enigma: ,c6mo fue el fin de Nue- va Cadiz, en 1543? Por ahora nuevas preguntas a la pre- gunta: ila destrucci6n de los ostrales?, ilos maremotos?. ilas inclemencias del clima?, Zla muerte de los indios? Nue- vos elements encontrados agregan nuevas dudas: el cri- neo de un decapitado, los esqueletos de una mujer y un me- nor exhibidos allf en el pequefio museo de la isla, y cuya dramdtica posici6n trasunta una muerte sorpresiva. MARGARITA Junto con Merida, ella es el otro gran centro turistico de Venezuela; son mis de 100.000 los viajeros que anualmen- te la visitan. Mientras aquella es una "isla" en tierra, aqui el aisla- miento es marino, pero en ambas la atracci6n va mIs alli de las bellezas naturales: es la calidez humana la que destaca tanto a andinos como a margaritefios. Y estos tendrian motives tde sobra -si el determinismo geogrhfico fuera absoluto- como para ser hoscos y tacitur- nos. Region montafiosa con abundantes indicios voleinicos. suelos arenosos muy pobres en material organica, debe apro- vechar al maximo sus pequefios valles fluviales. Ademis, Margarita en el 80 % de su territorio no recibe precipitaciones superiores a 500 mm. al afio; las zonas mon- tafiosas son las finicas capaces de condensar la humedadt aportada por los alisios del Norte y Noreste, que on otras zonas de la isla barren violentamente el suelo acelerando la evaporaci6n y la erosion. Por otra parte, si recordamos 39 el carracter arenoso de los suelos y una media annuall de 270. deducimos la escasa efectividad de las lluvias. La historic de Margarita ha sido entonces una epopeya de la sequoia y de la sed; nosotros alcanzamos todavia a ver las interminables colas de mujeres y nifios esperando lo- camiones-cisterna, o tras las canillas pfiblicas. Hoy se viva. una nueva etapa, con la terminaci6n del acueducto submari- no que trae agua del Estado Sucre, a casi 100 kms. (!3 distancia. Pero en todo Venezuela qued6 el testimonio de esa pre si6n climatica unida a la presi6n demogrdfica -allf la ma- yor densidad despuds del Distrito Federal-: miles de nar- garitefios estn radicados en todo el territorio continental v son portadores de un mensaje de laboriosidad y simpatia que alli en la isla es norma. Porque el margaritefio cultiva con lai, mislna intensidad sAu muelo, el mar y la amistad. Consejero Lisboa, que 1a visit a mediados del siglo XIX. observaba: Los cocoteros, los bananos, el arbol del pan, el maiz y la caia, crecen cn las cercanias de Asun- ci6n, favorccid:s por el riego del rio, con grand lo.- jo y vigor.G En 19S0 so seguia plantando mafz, y el reinudiiento d1i 940 kgs. por hectarea apenas difiere del log-rado para todo el pafs; tambien se observan cultivos de cania de azficar y abundan los cocoteros, especialmente junto a las playas. Poro doide la poblacion alcantza su mAs admirable tipi- cidad es en cu trabajo con el mar. Todas las islas que in. tegran cl Estado (E. Nueva I. 1., i junto con Coche y Cubagua) so hallan sobre una exi.ensa plataforma continen- 6 Consejero Lisboa: Relaci6n de un viaie a Venezuela, Nueva Granada y Ecuador. Edicioncs de la Presidencia de la Republica. Edime, Ca- racas-Madrid, 1954. 40 tal que viene desde la peninsula de Araya, sin exceder la profundidad de 50 metros. La costa oriental y septentrional estA bafiada por la Co- rriente Ecuatorial del Atlantico Norte, rica en plancton gra- cias a los aportes orginicos llegados a trav6s de las redes fluviales del Orinoco y Amazonas. Todo el afio durante todos los afios, mas de mil embar- caciones circunvalan las islas, desde pequefios botes a or- gullosos trespufios, solos u organizados en c(..iii.,fiti en que various botes constituyen un tren de pesca, bajo las 6rdenes de un patron todopoderoso. Rancherlas rudimentarias se forman en la costa para rejalar el pecado, esto es, abrirlo al medio, destriparlo y salarlo. En esas rancherias anotamos nosotros sistemas de labor medievales en 1960 y 61, mujeres y nifios trabajando en horrorosas condiciones higidnicas, descalzos siempre sobre costras de sal humedccida -dolorosa salmuera-, enveje- ciendo aceleradamente, como la mujer de 38 afios que apa- rece en la fotografia. Esa pesca "de entrecasa" es la que se vuelca en el mer- cado de Porlamar, y sacude los sentidos con sus colors y olores inconfundibles; nombremos aqui las species mAi frecuentes: anchoa, carite, cuna, curbina, jurel. lamparosa, lisa, mero, palometa, pAmpano, pargo, pez-espada, picia, ra- ya, r6balo, roncador, sardina, langosta: Pero dijimos al principio que Margarita es gran atraccin turistica y ello estd unido justamente al mismo mar; y es- pecialmente a la corriente marina antes citada, que form las mejores playas en su primer contact con las islas: el Este y Norte. Por oriented las playas de Pampatar, Porlamar, El Tirano y El Agua; al Norte -empujadas las arenas por los vientos alisios- la notable resting que une como un delgado cor- d6n umbilical los sectors oriental y occidental de Mar- garita. Al Sur de la resting, atractivos canales dan el mejor toque tropical a una navegaci6n en lancha a motor, a rars del agua y apartando con el brazo la b6veda de mangles que se cierra sobre el viajero. All estin tanto el Rizophora. mangle (rojizo) como el Avicennia (negro), formados de nu- merosas races areas que luego de ascender algunos pies se unen en un grueso tronco, fitil para madera; de 61 y do sus ramas brotan renuevos que caen en el suelo cenagoso y se clavan perpendiculares, echando nuevas races. Es el sitio de Ilegada de los ferry que comunican con el continent: antiguos lanchones de desembarco bdlico hoy remozados, que en varies viajes diaries arriban abarrotados de carga y series humans, todo en sus propios vehiculos. Y pese a ser la inolvidable resting tambidn el lugar de partida, el mejor recuerdo no radica en la naturaleza sino en la franca cordialidad que uno vivid durante cada di; margaritefio. Un pueblo que busca ganarse la vida traba- jando, dentro o fuera de su Estado. y que se las ingenia como para poner a la naturaleza bajo su inspiraci6n: desde aprovechar la geografia come para que cada poblador sea un contrabandista potential (la isla es el emporio de whi- ky y cigarrillos extranjeros baratos), hasta transformer 1a fibra de cogollo de palma en los mis gustados sombreros y carteras de mujer. Y tambidn los objetos de carey y de concha, el montage de perlas, las estrellas de mar, y los enormes botutos en que uno se ileva para siempre el suave rumor del mar y las voces de los margaritefios. CAMINO A LOS ANDES Nuestra nueva semlana de vacaciones nos encontrd co- mino a Occidente. Paramos en Caracas el 24 de San Juan, en que se conmemoraban cosas importantes --como el tal santo, el aniversario de la batalla de Carabobo, la muerte de Carlos Gardel (a quien los diaries dedicaron piginas 42 enteras)- y de las otras, como el festejo del Dfa del Ejer- cito. Si fuera s61o por esto iltimo las banderas deberfan estar a media asta para Venezuela. Y hete aqui que a la tarde lo estuvieron, porque era fecha y hora fijada para el aten- tado contra el Presidente de la Repfblica. Con la bomb muri6 el Jefe de la Casa Militar, y si uno ve como qued5 ol auto blindado, se asombra de que don Romulo salier,- no s61o vivo, sino por sus propios medios. Pese a que lo primero querian interrumpirse. Al dia siguiente, la novedad grave: prohibici6n de circu- lar por la Rep6blica y, desde luego, para el exterior, salvo poseyendo autorizacind especial expedida por el Ministerio ,el Interior. ;Un sAbado! En nosotros se mantenia el deseo de ;alir de Caracas, el peor sitio para los zaperocos; po: eso recorrimos cuanto edificio pudiera albergar a la tal ofi- cina, pero ni una sola abierta. CruzAbamos de prisa el Centre Sim6n Bolivar. cuando nos ilusionaron los gritos de los conductores de carrots do !inea que cruzan el pals de punta a punta: -- iA Barquisimeto voy! iA San Crist6bal voy! --,Qu6 tWi dices?, ,no estA prohibido? No, solo para salir de fronteras, yo acabo de venir. Eran las 10 de la mafiana; a las 11.15, ante el asombro de los hudspedes de nuestro habitual Hotel Savoy, empac:- imos, y entire sonrisas burlonas que nos daban plazo de media !ora para regresar, partimos. Y aqui estamos, hoy domingo, a mAs de 500 kms. de la. capital, con muchas revisaciones de documents, muchas al- cabalas recorridas y sin ningfn problema. Es decir, con uno solo, que se repetia a cada revisacidn del porta-equi- paje: ese bolsito de mano de nuestro amigo Santisteban, estupendo compaiiero de ruta, que era infaliblemente elegi- do como finico "sospechoso" de entire todos los corotos, y 43 obligado a abrir. Aparecia, entonces el desalifiado pijama a rayas --para peor como de presidiario- que subversiva- mente desfil6 ante las miradas de todos los policies de Oc- cidente, aquella semana de junior. Pasamos el mediodia en Valencia, bonita ciudad de gran movimiento commercial, con 160.000 habitantes y una zona residential modern que nos admir6. En la misma tarde "firniamos" en el hist6rico Campo de. Carabobo: un enorme arco, amplia fuente central, y compli- cados monumentos que reniata el Bolivar alli en lo alto, dan solemnidad de bronce y naturaleza a tal lugar. El camino era ya precioso, bordeado de pastizales al prin- cipio, con un gar:ado gordo y joven, predominando los cc. bies, que obligabl a paradas imprevistas, porque desde el atardecer van a rosguardarse -junto a la carretera-- del advance de las culobras. Las montafias empezaban a delincarse entire el verdor in- tenso, ihimedo y fre;ico que ya nos revitalizaba. El cambi) de Sol a Luna nos encontr6 en el pueblito de Guanare y sus 16.000 habitantcs que subsisten gracias a la Coromote, la Virgen, Patrona de Venezuela, que "apareciera" en do:, olortunidades a los indigenas que habitaban la zona. Y allA aparecimos nosotros tambi6n y recogimos el a.gni nila.grosa de la quebrada, done efectuara su primer contac- to terreno, gracias a harapientos nifios -que siguen sin In ayuda divina- subnistiendo, proleta.rios, dol diario llenar dl botellitas y de un ciceronear amable en medio de aquel suelo fangoso, siempre bfimedo. La vegetacion de la zona -carretera Guanare-Barinas- es casi tropical, con matas de flores de pijaro rojas bordeande la senda y drboles de 20 metros y mAs, adornados con lia- nas y helechos. Viaje muy Iluvioso en today la mainana. Tamnbi6n lluvia en Barinas. Barinas fue a mediados del sigio XVIII gran mercado d, ganado vacuno y caballar, famosa en Venezuela por sus cul- tivos de arroz, azicar, maiz, legumbres, tabaco y afiil. A fines del siglo pasado se hizo nuevamente cdlebre, pero per la malaria que !iquidaba gente contra reloj, tanto que la enfermedad fue titulada alli "la econ6mica", porque no daba tiempo para llamar al medico. Hoy los cultivos de arroz subsisten, mecanizados. Es sede, ademis, de una important industrial maderera, gracias a los cedros, caobos, robles y ceibos de la, zona.7 Alli, breve paseo de reconocimiento por el Hotel Llano Alto, uno de los mis tipicos de la lnea Conahotu, series monstruo de hotels de lujo inventada por Pdrez Jiminez, que costaron 240 millones de bolivares y que dan p6rdida, anuales por mfas de 10 millones. El nombre es significativo: junto al camino, enormes pas- tizales que esconden casi un hombre a caballo, tallos ver- leantes que se perdian no en el horizonte infinite como eu los lanos sino alli al poniente contra unos paredones nmol- tafiosos: los Andes. Comenzaba el viaje serrano. Nuevo control de alcabala al salir de Barinas, consult en mapa sobre la ruta siguien- le, aire en los neumaticos, renovaci6n de gasoline (era la .uarta vez que cargabamos desde la salida de CumanA: gas to total de 20 Bs 6 50 pesos m/u.). A partir de entonces qud valles, qud cascaditas, cuAntos ranchitos inverosimiles alla arriba, a kil6metros de un sitio communal, brillando metalicos Y hasta un derrumbe en eO camino que un tractor disimula presuroso, o un pasar asus. tante en la pequefia torrentera de una curva, pequefia pero que se precipita al abismo, ante la mirada de otro grupo de nifios, ahora de cabellos negros y lacios, con p6mulos sa- lientes, pero tambidn descalzos en el agua helada. Tres, cuatro, cinco de la tarde. Se sube y se baja; el nmapa result incomplete para los tantos caserios. 7 Raymond Crist: El piedemonte Ilanero-andino. Revista El Farul. Caracas, octubre de 1955. ge sube tanto que el aire cortante, la vegetaci6n mustia y un pequefio dolorcito de cabeza nos anticipan el contact con el paramo; se sube hasta que las nubes cubren cor- ,dialmente -como todo lo andino- los precipicios, atemo- rizAndonos con ura noche apresurada y alegrAndonos con un nuevo Sol que al fondo de los valles no llega. Para dar Animo, cada curva peligrosa se ve adornada con esas breves capillitas blancas, con sus permanenlcs flores de plastico, que recuerdan el accident ocurrio la muerte indefectible-- o el sitio exceptional donde a;guien nacid de nuevo. Pero alli tambidn silvestres violetas de los Alpes, brotando entire las rocas acantiladas, resaltan en toda su belleza. Se baja tanto que el pie en el freno sientl el poligro ,in ver, tanto que imaginamos Mdrida con luces extensas alli abajo y cuando preguntamos, por preguntar, nos encontra- mos en Chachopo, una aldehuela perdida, errados de cami- no, debiendo desandar lo bajado y con la Luna asomanalo apretdndose la barriga de risa. Raquel se lleva en el rest del dia-noche todos los elogios, manejando el C6nsul aplas- tado por la poca presion y el exceso de march, hasta el buen camino: el refugio en Pico del Aguila. Un estrat6gico parador totalmente de madera, ofrece a 4.000 metros de altura ia reconfortante estufa de lefia, co- mida caliente, y camas con montafias de mantas. En la me- sa de noche, sin una sola explicaci6n, un vaso de agua junto a various Commel. La explicacion viene a las pocas hora.s, cuando el coraz6n sigue bombeando como en el llano, la sangre busca salir para compensar presiones y la cabeza amenaza estallar. Por la mafiana, con una escarcha a. la uruguaya, blan. (Queando todo, es que se sigue camino; faltan todaviaa 50 kil6metros de montafa. 46 LLIGANDO A MEIlDA Ahora estamos en pleno paramo, a mAs de 4.000 metros do altura, dominio absolute de los frailejones, miles y miles de encantadoras plantitas de largas hojas grisdceas, afelpadas con ese pelo suave, aterciopelado, de color blanquecino, y su virtud de excitar el calor al ser aplicada contra la piel. Desde cada recodo del camino se ofrece un nuevo Angulo para nuestra propia ruLa -la pasada o la presente-; allh en el fondo del valle el torrente se ha hecho rio, pero suns aguas todavia salvajes caracolean entire pedregales y rebo- san de espuma. Pasamos por el pueblito de Apartadero, un gran valle en- clavado entire rocas; son millones de cantos rodados que cubren todos los suelos cultivables de la zona, recogidos uno a uno y amontonados cual tfmulos prehist6ricos, pero on realidad cementerios vitales para esos paisanos que hacen maravillas cultivando trigo, maiz y patatas. Y entire finca y finca, cercos de piedra de casi un metro de alto por 0,80 de ancho que se pierden escalando la cum- bre, mangueras de piedra para el ganado --igual que en nues- tro departamento de Lavalleja-, y civilizaci6n de terr6da en las casas-granero con techitos de teja, todas prolijas, que nos hacen career transportados a los cinematogrdficos Alpes vieneses o suizos. Con el mismo Sol y picos nevados resaltando el azul ce- leste, se llega a Mdrida, por entire vegetaci6n de eamburales y altos Arboles de los que penden la "barba de palo" que da tono navidefio a la region. A 1.600 metros de altura, con una media annual de 190 y ms,' de 1.800 mm. de precipitaci6n, la "Ciudad de los Caballeros" es un remanso en el ajetreado pais. El rio Chama, junto al cual esta suspendida la ciudad, determine un valle longitudinal entire la Sierra del Norte y la Sierra Nevada de Merida, dos cadenas paralelas quo 47 en direcci6n Suroeste-Noreste resultan un contratuerte andi- no extenso, desde el Estado Tachira. al Estado Trujillo. Es mirando al Sur que culmina la imponencia del plega- miento terciario; alli una sucesi6n du cuimbres ascienden hacia el record: El Leon, El Toro, el pico Bonpland (3.890m), pico Humboldt (4.940m), y por sobre todos el pico Bolivar con sus 5.000 metros. Alli estA el notable telef6rico, cubriendo una distancia de 12 kms. en cuatro tramos, que saltando abismos y acarician- do glaciares, llevan hasta el pico Espejo a 4.770 metros. Uno capta entonces todo lo que M6rida debe a su lim'- tante relieve -la ciudad tanto como el Estado--, con mon- taias al Norte y Sur, y los paramos de La Negra y Mucu- chfes por Oeste y Este, determinando un aislamiento eco- ndmico y una tipicidad humana indiscutible. En la pequefia ciudad -40.000 habitantes- con testimo- nios coloniales afin visible, sus dos actividades claves nos envolvieron: el turismo y la Universidad. Merida es centro de atracci6n indiscutible y ha cons- truido ya su propia industrial del turismo; el andinismo, en ecpecial, conquista adeptos dia, a dia, y es ademAs labor juvenile stable desde todos los centros estudiantiles. Pero el orgullo deriva de su Universidad de los Andes, que existe desde 1785 y ha formado generaciones enters de intelectuales y cientificos. En Venezuela muchas veces hemos oldo el reproche re gional, que maldice a los Andes porque fue cuna de los mis terrible dictadores (Cipriano Castro, Juan V. G6mez, M. Pd rez Jimrnez), y sin embargo se olvida todo el aporte de los universitarios merideflos en el mantenimiento de la con, ciencia liberal y progresista que liderd tantos movimientos populares. Esa Universidad es un baluarte, como todas las universi- dades autdnticas, y la cildad y su region late al compas de ella. Con una active imprenta propia, con un notable De- partamento de Extensi6n Cultural que abre cursos libres de 48 idiooma, pintura, grabado, ceramica, teatro, a todas las eda- des; con sus centros de investigaciones agrondmicas apn- cadas a la zona, y su residencia estudiantil centralizada o expandida en mniltiples pensionados, toda Merida es una ciu- dad-universitaria. Quizds por eso el aire se mantiene mas puro y limpio (que en cualquier otra parte. MARACAIBO Para llegar a la segunda ciudad de Venezuela, debe cru- zarse la estrecha garganta estuarica que comunica el golto de Venezuela con el lago de Maracaibo: lugar por done anualmente se aportan 21.000 millones de metros cubicos de agua; se ira bordeando este durante decenas de kil6metros antes de alcanzar el embarcadero de ferry.S El lago, con cus 136 kms. de largo, 96 de ancho y 20 metro promedio de profundidad, ocupa un area de 18.001 kms. cuadrados. Lo que mas impresiona en esa marcha hacia el Noroeste, luego de dejar la Panamericana, no es el lago en si, sinoi el fragmentado paisaje humaimzado de ias torres de pe- trdleo. Entre Bachaquero y Cabimas son 70 kmis. de trinsito por sobre la napa petrolifera mas rica de Venezuela, y una cic, las mras importantes tiel mundo. Un campo a la vez con- tinental y submarine, porque en ese Distrito Bolivar del Estado Zulia, las torres se ponen zancos y se asientan en el agua, para continuar la perforaci6n ya en la platafornma continental. Lo visto super todo lo imaginado tras las lectures al respect. Las fotos han sido en general expreslvas para co municarnos esa densidad do torres y de piataio',ias de per 3 Hoy el cruce puede realizarse ya por pucnte, cl General UrdMaeti, estupenda obra de ingenieria inaugurado en 1963, con una extension de ocho kil6metros y por tanto el mas largo del mundo. foraci6n -mas de 2.500- que brotan de las aguas. Nb Iri han sido, en cambio, para. rasmitir la loca dispersing do (-_,... l. en los hordes de la carret.era, jun.to al parque de juegos infantiles, al costado de un comercio, y hasta en el fondo de la caL'a de mis le uni vpcihio de la zona. En esa parte si que el tr6pico se vuelve intolerable: un Yaho hfimedo, esponjoso, subo desde el suelo y al mezclarse con las emanaciones do petr6leo torna el aire irrespirable. Otras veces el vaho asciende ya con emanaciones desde el camino recien petrolizado, que se derrite cada mediodia y en el que ios espejismos estiAn alli, a pocos metros delante del auto. Haya o no torres, el balancin-cigiiefial sigue bombeando, en su movimiento sin fin, y el petr6leo saliendo a raz6n de casi 2.000 millones de barriles diaries solamente ali en el Distrito Bolivar, Fue en ese mismo lugar que empez6 a salir hace 40 afios; en La Rosa, diez kil6metros al Sur de Cabimas -donde sim- bdlicamente detuvimos el auto y nos fotografiamos junto al lago- revent6 el 14 de diciembre de 1922 el pozo Barro- sos 2 lanzando a 50 metros de altura un chorro de petr61eoi equivalent a 17 millones de litros (100.000 barriles) en un solo dia. Dos semanas despues, cuando sus propias arenas lo cegaron, habia creado un lago artificial estimado en un inill6n de barriles. "Brot6 a chorros la providencial cala midad", dice Gallegos. Entonces principid para Venezuela la "fiebre del oro ne- gro": 70 compafiias extranjeras subitamente listas para re- partirse el botin, y una inmigraci6n que trastoc6 to.das lasa regions. Y comenz6 a fundirse en el crisol del campo pe- trolero el hijo de todo Venezuela, pero que ya no queria volver la mirada hacia la possible ternura del sembrado, hierro y aceite arideci6ndole las manos. La barraca de tablas de cajones, de latas abier- tas y aplanadas de prisa, de tela de fardos, ide la que hubiere a nano! La zahurda. El minimo abri. go de techo para dormir sobre la estera o sobre el desnudo suelo, el angosto pasadizo de todos entire las intimidades sin recato, basurero de los desper- dicios. iLos pueblos nuevos a la orilla de la estupen- da riqueza! Nacian desmirriados, torcidos, tarados, como engendros de la vieja miseria en la irrem,- diable incuria, mal paridos por la prisa aventu- rera.9 Y con el petrSleo se estructur6 tambi6n una gran urbe. Frisando ya el medio mill6n de habitantes, Maracaibo -que tenia en 1950 apenas 235.000 personas- nos impresion6 co- mo una flamante ciudad: con amplias avenidas y paseos, una marafia de bloques en ascendente competencia, una ciu- dad-universitaria en expansion, un dinamismo laboral en que poco influyen las temperatures de 300, 350 6 400 centi- grados, y digna 6mula de Caracas, con sus 40.000 ranchos suburbanos. No obstante lo cual la tipicidad y el recuerdo provieneln de lo traditional y no de lo modern: de la silueta incon- fundible de una india guajira que puede merger de cual- quier calle, enfundada en su tdnica de color, con un pafiue- lo en la cabeza a manera de vincha atada en ]a frente, y calzando las alpargatas tejidas, que zarandean ritmicamente abultados pompones de lanas multicolores. Las mujeres se distinguen por su pintura facial: de co- lores rojos y negros, manchas circulares o en espiral sobre cada mejilla. La tribu guajira, del grupo arauaco, con 17.000 indigena3, es la mds numerosa en Venez.uela. Hoy dia son comunidades enteras las que han avanzado sobre los suburbios, empujadas de la Guajira por la sequoia 9 R6mulo Gallegos: Sobre la misma tierra. Hay otras tres novelas fundamentals referentes al petr6leo venezolano y sus consecuencias: Mene. de Ram6n Diaz Sanchez y Casas Muertas y Oficina No. 1, de Miguel Otero Silva (tle extermin6 la progresista agricultura y ganaderia de antalio, y esquilmados por comerciantes inexcrupulosos, quo les arrebataron por centavos sus tierras potencialmente pe- troliferas.10 Para concentrarlos y "evitar asi los especticulos pfiblicos" se cred el Barrio de Ziruma, en el Noroeste de la ciudad. Ziruma es el fruto del abandon en que se tiene al indigena, pues el barrio que surgid a consecuen- cia de esa emigraci6n forzosa, es un centro de co- rrupci6n done naufragan, sin esperanza de redern- ci6n, las mejores condiciones de nuestros aut6c tono.11l Porque sin trabajo stable para la mayoria, con un alto indice de natalidad, s6lo le queda a los guajiros maracu- chos salir a vender su artesania, convertida en el folklore m4s cotizado de la region, y a mendigar incesantemente tras cada turista. CIUDAD BOLIVAR Vista desde Soledad, en la margen izquierda del Bajo Orinoco, Ciudad Bolivar aparece alli en la orilla opuesta, encaramada sobre un gran pefasco, controlando el rio come desde una atalaya. Fundada originalmente con el nombre de Santo Tomas de la Nueva Guayana, 1764, pas6 a la historic con su dene- minaci6n popular que la geografia imponfa: La Angostura. Efectivamentd, el Orinoco tiene apenas 800 metros de an- 10 La Comisi6n Indigenista que depend del Ministerio de Justicia, ha creado en el area, para la atenci6n de esa tribu, el Centro Piloto de Educaci6n Fundamental de la Guajira, que viene realizando una im- portante labor en los iltimos afios. 11 Boletin Informativo de la Universidad del Zulia, No. 96, 25 de junior de 1960; transcript en Frente Guajiro, peri6dico publicado en Pa- raguaipoa. Afio I, No. 1, julio de 1960. .s% cho y los redondeados bloques rocosos limitan afin mas el paso, dibujando en los estiajes una verdadera calzada para gigantes. Alli se reuni6 el 20 de noviembre de 1818 el segundo Congress de Venezuela, cuando casi todo el pais habia cai- do bajo la denominaci6n espaniola, y en el cual un grupo de patriots declare la emancipaci6n, iniciando entonces Bolivar la liberaci6n de Nueva Granada. Es ese lugar, por tanto, sitio ideal para la construccion del mentado puente sobre e! Orinoco, anunciado desde d(- cadas y siempre postergado, ante la alegria de los patrons de los ferry que verian sucumbir su pr6spero negocio do trifico. Hoy, como en tiempos de Humboldt, "muchas casas estAn fabricadas sobre la roca desnuda", y aunque la ciudad tien- de a extenderse hacia el llano, el viejo centro administra- tivo y commercial se empina todavfa hacia lo alto, obligando al caminante a tremendous esfuerzos y a los autos a lpi- meras y segundas permanentes. El rio es punto de referencia obligado en todo poblador de Bolivar; junto a 61 se extiende el iluminado Paseo, con jaidines y glorietas, donde todo es sombra y se reviven las "retretas" de los domingos uruguayos del interior, con las bandas locales entreteniendo a los numerosos paseantes. El movimiento fluvial es intense: mas que en barcos de calado (que llegan desde el Atldntico y por el delta sobre todo en los meses de luvia), en la infinita variedad y ca.i tidad de embarcaciones menores: curiaras, curiaras a vela, lanchas con motor fuera de borda, lanchones, etc. Alli cerca, un muestrario de ellas permit que nos sean presentadas: primero por antigiiedad, la invariable curiara indigena, enteriza y alargada, que se sigue confeccionando en el mejor estilo primitiveo", ahuecando a fuego lento el tronco de Arbol cortado con Luna en menguante, para que la madera no se pique. Aprovechemos para recorder que se elige el arbol segtin las necesidades: si se quieren curiaras durables, la madera indicada es de cachicamo o de sasafras resistedn hasta 15 afos); si se las quiere rdpidas, debe en- tonces usarse jobo, samdn o ceiba, pero s6lo durarAn 2 6 3 afios.12 HIemos visto curiaras de todo tamahfo, desde la "personal" de 2 metros de eslora, hasta las de 8 6 10 metros; tienen en tanto 80 cms. a un metro de manga. Esto dicho asf a ojo no vale para el constructor: hay una comprobada e in- modificable relaci6n matemAtica entire largo y ancho part mantener el equilibrio. La guriara se impulsa y orienta con los canaletes (remos), y es comfin lleven en su centro una vela triangular des- montable, necesaria para superar las correntadas. Muchas veces el sincretis-no de nuestro siglo alcanza a las propias curiaras, y entonces el motor fuera de borda une su tecnica a una de las construcciones mAs antiguas del hombre. Alli tambien los autobusess" fluviales, rfisticos lanchones mayores, con sus techitos de hojalata de asientos laterales, que realizan los recorridos periodicos entire las aldeas y ca- serfos, rio arriba y rio abajo. Y junto a ellos, la inconfundible y admirada lancha do Malariologia, unidades medico-flotantes que, desde 1953, con- trolan la exterminaci6n del anopheles con dedetizaciones pe- ri6dicas y exfimenes preventivos, por el rio mayor o los ca- nos menores, junto a la costa o selva adentro. En 1936 mo- ria una persona de paludismo cada dos horas; hoy hayr 500.000 kil6metro. cuadrados libres totalmente del flagelo, La simbiosis Ciudad Bol,var-Orinoco hace imprescindible una vista al puerto. Alli el ingenio human ha debido tam- bidn enfrentar y ,uperar a la naturaleza. Es sabido que el regimen del Orinoco determine variaciones de hasta 18 me- tros entire el "invierno" Iluvioso y el seco verano; varia- 12 Santos Rodulfo Cortis: La Curiara del Orinoco. Archives V- nezolanos de Folklore, No.. 5. Institute de Antropologia Facultad de HS manidades, Universidad Central de Venezuela. Caracas 1957-58. clones que a veces son diarias, cuando los chnparrones de tr6pico inundan despiadadamento los barrios bajos de Ciu- dad Bolivar. El rio empieza a llenarse a fines de marzo y la crecida dura hasta agosto. Para habilitar un puerto tt!l tor!o el aio, la soluci6n 'inica era "acompafar" al rio en crecientes y estiajes. Asi se hizo: Ciudad Bolivar tiene un estupendo muelle flotante. asentado contra una double viga de acero que encaja en una series de carries fija-dos sobre la arena. Cuando el rio sube, el muelle todo se eleva tambidn, desplazandose sin oiro mecanismo que el impulse ascendente del agua, mantenien- dose fijo y perpendicular a los carries costeros. A quienes poco important las variaciones, en cambio, es a los propietarios de las lujosas quintas de salud, en la peri- feria de Ciudad Bolivar. A mis de 600 knms. de Caracas. en el lejano Orinoco, recibiinos el imnlacto de una flore- ciente clase social, compuesta por doc'ores en medicine que ejercen todo tipo de especialidades; alli mismo un co- lega peruano fue sometido a delicada opera.ci6n en los ojos, en tempos de nuestra recorrida por la zona. Pasma ver las suntuosas mansions con pulcros jardines en flor, que son a la vez sanatorios y casas de reposo par,. los convalescientes recin. tratados. En las encuestas entire estudiantes que alli realizdiramos, se relevaron ingresos --en algunos padres de alumnos- que, superaban los 20, 25 y hasta 30.000 bolivares mensuales (esto es, entire 7 y 10.000 d6lares por mes al cambio de entonces). No era el renacido mito de El Dorado lo que explicaba el hecho, sino la real y cercana Guayana venezolana, con su no menos fabuloso mundo del ore, los diamantes y el hierro. REMONTANDO EL ORINOCO Martes 12 de abril. Erainos site en la pequefa lancha international: dos venezolanos -alma y vida del viaje--, el p1ofesor Jesfis Manuel Gonzalez y don cOcar Castro, Fis- .i5 cal de Pesca del Ministerio de Agricultura y Cria quo ja- rms fue Ilamado de otro modo que Corocoro (paj'arito que tiene gran habilidad para lograr pcscados); una colega chi- lena, una panamofia, el compaflero Santisteban y nosotros dos. Las 4 p.m. y todo estaba ombarcado: desde caiones de bebida hasta silloines I.'- ':..'.. de salvavidas a chinchorros. todos crefan demasiado en los poligros de la expediciOn a. juzgar por los implementos. Media hora extraordinaria de navegaci6n y adi6s motor, no agua, se recalienta, tiendo a reventar. Hubo que re- gresar a Ciudad Bolivar para conseguir otro. Las 8 p.m.; la Luna empezaba a salir. Pero Corocoro no gusta viajar de noche. Es el amor propio por dejar Bolivar lo que hizo navegar dos horas, hasta una playita soberbia en que se intent6 la primer ccna fluvial. Limitaban la playita enormes piedras oscuras, las mismas descriptas por Humboldt como "lisas, negras y como bar- nizadas tlo llpiz-plomo omolibdeno". Son en verdad enor- mes bloques de anfibol y feldespato con huellas de pirita, tatuadas con bandas horizontales por cada creciente del rio. Se dice que dormir sobre ellas es malsano; Codazzi ase- veraba al respect: En mis viajes he tenido pruebas de ello y del influjo pernicioso que da la Luna llena sobre aque- llos que duermen con la cara expuesta a su luz.13 Junto a las piedras negras y de cara a la Luna llena, dormimos como nunca. MiErcoles 13. 2 a.m. La Luna estaba ya alta. Corocoro a instancias del grupo acept6 navegar. Por suerte era Luna Dlena; si no estarinmos afin por volver. El rio muy trauquilo, 13 Aggustin Codazzi: Resiumen de la Geograffu de Venezuela. RE Obras VEcogidln Tomo i. Edciones del Minisicrio de Educacidn. Ca :ac.s 1960. dG adn no muy ancho, igual despertaba dudas en el timonel. Las direcciones mis absurdas empezaron a tomarse: de pun- ta a punta poeregosa. de pronto bordeando la costa, do pronto por el centro mismo del rio. Es dpoca de gran ba- jante, 12 metro per debajo del nivel habitual y cuanta playa arenosa tiene el Orinoco y piedras y palos, afloran y son peligrosos. El motor march y ya es much. No hay frio ninguno; apcnas una brisita que no llega a romper la capa plan, casi aceitosa, del Orinoco grande. Los planes son Ilegar hasta ]a desembocadura del Caura, pero dos inconvenientes se vislumbran ya: se consume de- masiado gasoline, el motor no es suficiente para tanta carg; y la. entitud es enorme. En line recta no hay mis de 200 kms. entire Bolivar y el Caura, pero las curvitas son tantas que mAs de 400 habria que recorrer por el rio. No s61o las cue se ven en el mapa, sino las multiples que el rio mismo determine a los conocedores para salvarlo. Cada playita desconocida y perdida empieza a tener nom- bre propio: la primer fue Morocopiche; la segunda sera la que estU en las bocas del rfo Caris, un arenal tan inmenso cue hace career star en el Sahara, y que desaparece por complete cuando las crecidas. Limpido y sin una huella de pisada, uno se siente descu bridor. Son ahora las 4 de la mafiana; fue cosa de tomar un cafecito y esperar el amanecer: una aurora amarillenta, mias fresca que la noche misma, en que el mundo fluvial se nos present de pronto en toda su magnitude. No hay jams un ancho uniform para el Orinoco; desde orillas muy pr6ximas -generalmente entire "tierra fire" (nombre dado a la costa) y alguno de los infinitos islotes--- puede pasarse hasta los 6 u 8 kil6metros, en que una de las mnirgenes se ve diminuta, sea ella con la vegetaciUn montuosa raleada o la harranca arcillosa o el Irrenal ofer- tando sus patillas. Hay algo notable que no se vive en el Amazonas, en que la selva es selva durante todo el curse: las orillas sonl cambiantes y propician un espectdculo distinto en cada de- tenci6n. Lo mas notable son las terrazas fluviales, infinitos escalones en la tierra gredosa o en ]a arena o la arcilla, re- gularmente marcados per cada oportunidad en que el rio sube y en que el rio baja. Per mementos parecen restos de murallas de ciudades desaparecidas, por moments cemen- terios de arboles aguardando a Caronte, que Ilegard conr la nueva crecida. Arboles ya desgajados, con races al de,- cubierto; arboles con sus copas tanteando el agua; en An- gulos inverosimiles, entire un me caigo y no me caigo que el invierno se encargard de develar. Se navega de corrido, con el mediodia planeando sobre nuestros anchos sombreros de cogollo, sobre los lentes no- gros y los temores de insolarnos. La lancha sigue lenta y es idea fija continuar navegando; asi que la soluci6n para salvar el Sol que nos ubica come con plomada, es rociarnos de agua a cada rate. Sombreros que pierden forma, cabe- Ileras de mujeres que se achatan con gusto, ropas que hu- mean, piernas envueltas en toallas empapadas; todo gracias, al agua que nos sigue y a la que seguimos obedientes. El espiritu es el que falla, hay urgencia de detenerse, para liberarse de ese horizonte fluvial que es mas dramdtico en su confusion con el horizonte planetario. Una playita agreste entire rocas al calor de los 8 de lalitud, fue la elegida. Almuerzo para algunos, apoltronamiento en chin- chorros para otros, ruidos extraiios en la costa, y primer contact visual con los caimanes, un grupito de cuatro que husmearon la lancha y sobre todo el morocoto salad (pez de rio con sabor de bacalao) que habiamos encontrado co- mo finica comida possible en una aldeita anterior, "El Alma- cdn", en imponente soledad y miseria. Ahora se trata de adaptar un toldo a la lancha, co s que se consigue con soberbios esfuerzos porque falta hilo, ]n lona pesa much y no hay agarraderas previstas. Pero 59 el temor al nuevo solazo hace el impossible. Y el toldo no se usa mis de dos horas; ya el Sol desciende a pico, sin Luestros creplsculos, y el atardecer se hace noche en un santiamdn. Por suerte unos lanchones detenidos y otras tantas cu- riaras con motor fuera de borda, indican que hay gasoline a la vista; la "tragadora" sigue en pleno y ya andabamor navegando con el aliento del tanque. La noche se viene y otra vez hay urgencia por detener-se hasta que la Luna llegue. Ahora toca el turno a otra isla: Guasimal. Son las 7 p.m.; sitio feo, con arena gruesa y olorosa de cafios a medio secar. Pero aunque el viento sea fuerte y en las orejas no quepa mds arena, dormimos como piedra, intercambiando calor segfin las respectivas existen- cias. Una series de cuerpos humans precipitados a la pla- ya tras el naufragio, estaria mas presentable que nosotros entonces. Jueves 14. Debe faltar un cuarto para las dos, dice Coro- coro, y mirar el reloj es cosa decorative, porque el tal hombre se conoce la posicidn de estrellas y Sol como para no errar ni en un cuarto. Se parte; otra vez se navega poco; la bfisqueda de gaso- lina es preocupacion. El primer pueblo, con Prefecto y todo, estd a la vista: es Moitaco, en la margen derecha del rio (Estado Bolivar). Y es a ese Prefecto que le caemos a tai bonita hora a pedir nafta; que la gente es mas amable qua en la costa vuelve a demostrarse: no s6lo aseguran la ga- solina sino que nos preparan caf nos ponen un camidn a disposici6n para visitar el poblado de los indios Camurica, y nos prometen preparar desayuno a la vuelta. El desayuno livianito que nos esperaba const6 de guiso de terecay, huevos de tortuga, arroz, macarrones en salsa pi- cante, cazabe y cerveza. Eran las 9 de la mafiana. Moilaco ya cqueda atr'ts, el recuerdo iltimo es de plants de pie dolo'ria,, poc' el pedrero que sirve de base al pueblo piedras, perros y cochinos nos recibieron y nos despidieron. fto I-ay que busoar ahdra en el mapa el arco de 900 que describe el Orinoco hacia el Sur, con dos islotes en conti- nuidad, para saber el sitio done estfin las peligrosas curva.' fluviales conocidas como El Torno y El Infierno. PUEBLOS DEL ORINOCO Jueves 14. 5 p.m: El Infierno a la vista: un encajonarse de agua entire pedruzcones, en ancho no mayor de 300 me- tros cuando el rio viene nmomentos antes con various kil6mne- tros, con las rocas oscuras a los costados y en el fondo. Un silencio acorde con la calma sorda que el rio provoca on el cafi6n, apenas esbozo del tronar tambidn sordo en cre- ciente; garzas revoloteando, una tortuga asomando en (l centro, un par de toninas que pasan y alli en la pequefia en senada nuestro segundo caiman. Un grupo human nos grita desde la costa: familiares de Jesis Manuel, con carabinas y machetes, que prometen es- perarnos a la llegada a Mapire; alli vive su padre y hay techo y comida asegurados. Es cosa de marchar sin .descanso para llegar de dfa z. Mapire; lo que es cuestidn de dos horas mds para una lancha comfin, para la nuestra represent medio dia; asi que se esforz6 la march y se oblig6 casi a Corocoro a sal- var sus demasiados escripulos, suprimiendo rodeos. Entra- dos ya en un rio muy calmo fue que divisamos Mapire en- caramada en un cerro, en lontananza. La iltima part del viaje fue estupenda. Con un cre- pfisculo extenso en tiempo y espacio como nunca vimos, cerrados por horizonte fluvial pero a la vez por un circulo de nubes propicias en que el rojizo se expandi6 en los 3600 de la b6veda de base. Con las mejores escalinatas costeras y el panorama mas abrumante de destrozo forestal, llegainos a Mapire, do noche, con una plaga de zancudos esquilmando nuestras pantorrillas desnudas. sin los promnelidos vehiculos do espera. Y selcccionando los corotos, porque lo Q(ue ya 6i era indispensable a la salida de Bolivar se hizo aqui supet- fluo cuando se planeaba subirlo a un b1rraneo de 40 nm- tros en Angulo de 40". en suilo arcilloso y a oscuras por complete. Felizmente en la primer calle con casas Jesis Manuei, que naci6 aqui, hall amigos reconocibles y fue en busca de ayuda. Nosotros aguarddbamos soluci6n en una esquina, a, la luz de un farolito el6ctrico, junto a una docena de nifio. y media de adults enfrascados en juegos: los nifios jugar.- do a la perinola por caramelos, los mayores a las cartas en algo parecido al truco y tambidn por caramelos, cosa quc nos hizo pensar que salidos del Infierno, pasando por el Purgatorio de la subida, habiamos caido en el Paraiso Otro viajecito en cami6n y la casa estuvo ante nosotros. Pequefia sorpresa: un hermano de Jesis Manuel habia cai- do de improvise con su familiar y lo que era apronte para nosotros fue realidad para ellos, porque como buena fami- lia venezolana, cayeron con sus 8 encantadores niflitos. Fue cosa, pues, de acomodarse como se pudiera: dos ha- bitaciones peladas, con el finico implement necesario para subsistir en el tr6pico -un buen tirante que sirva de so- porte al chinchorro, en este caso a los-, pero ademAs se babl6 del BARO (asi con mayfiscula nos lo imaginamos nos- otros). Hacia 61 fuimos, linterna en mano; fuimos-vimos y nos vencieron... los zancudos y el bafio en si: dos telitas por margen, una "pared" mAs de plants, dos bidones de gasoline, una canilla y una palanganita a modo de ducha, mano mediante. Comer lo que nos dejara la decenal familiar "usurpadora" y lanzarse a chinchorrear fue cosa de media hora. Las 8 del dia siguiente en verdad pertenecieron por continuidad a este dia. Viernes 15. Plan violent desde la mariana: visitar una laguna en process de desecaci6n, de las tantas que en Ve- nezuela estan desapareciendo por quemas y disminuci6n de pluviosidad en todo el territorio. Lo interesante de ssta er. la certeza de existencia de caribes, rayas y tembladores. En un jeel, todos menos Corocoro que se Iantonia cuidan- do la lancha con su gran amigo el ron, a 70 kms. por hora eno los caminitos enterrados entire arenales de la sabana. La vegetaci6n de las sabanas contiguas al Orinoco estA com- puesta de alcornoques, chaparros y mantecos, plants re- sistentes a las variaciones climAticas del medio. Una hora de viaje: visit a un hato, cruce de una lagu- nita aconsejada como apta para bafiarse y que se nos des- tap6 con una raya enorme, primer specimen de nuestra. colecci6n, corrida a machetazos y finalmente ensartada trad prolija exhibici6n de su chucho. Llegada a la laguna, pes-' tilente, en que bultos enlodados que en otro tiempo fueror leces se revolcaban ante nuestra vista; pero, en fin, la enlo- ci6n existid: se arm6 una rastra con ramas atadas a loi ancho, como de tres metros, y un guia expert, junto con Jesfis Manuel, cruzaron la laguna, descalzos, sacando los tales tembladores que inutilizan al paisano mds fuerte con su descarga el6ctrica. Pero demas hubo pirafias, un corron- cho y varias species mis. Una segunda laguna nos esperaba, con mas agua que !a anterior y con el panorama insilito de decenas y decenas de frontales pedregosos, conteniendo ojitos semicerrados, per- tenecientes a otras tantas babas; habfa mas de 100. Balea- ron varias, pero Lqui6n entraba a sacarlas? Llenos de tierra y cansados porque regresamos a las 5 de la tarde, el bafio no recibi6 ya muchas objeciones. Mapire era mAs pueblo que todos los anteriores. Con su plaza tambien cercada para evitar la entrada de animals, con su misma iglesia sin cura fijo en que "matronas" cris- tianas oficiaban misa en ese Viernes Santo, con abastos bien surtidos, con escuela, con la misma bondad de los vecinos, con la particularidad de que estando en plena zona interior, pertenece politicamente al Estado AnzoAtegui, que es un 62 istado de regulaci6n eminentemente daribe (capital tar- celona). El rest del dia se dcdic6 a acomodar el material y :a descansar, en lo que yua se intula habria de ser la flltimt dormida en chinchorro hasta el fin del viaje. Resultaba, paradojal que dormir en chinchorro pudiera afiorarse, antri la perspective de una nueva niodorra arenosa en cualquir pla.yita de Cualquier recodo del Orinoco. Sabado 16. Se parti6 casi a las 8, con cielo nublado y on rio encrespado desde el arranque. Alli comenz6 la zarandeada mIs -vistosa que rio alguno nos haya dedicado en nuestra vida: decir que parecia un mar es recurso repetido. Parecia el Orinoco grande, Ori- noco bello, de que habla Gallegos en Canaima, salpicando nos en cada sacudida, oblig6ndonos a desnudar los torsos y a enclaustrar a las mujeres bajo las lonas, precipitando 3. la lancha desde lo alto de las crestas, mientras el Sol, rec- petuoso, ni se animaba a entibiarnos. Fueron tres horas en que poco se adelant6, y en que Jesfas Manuel y Corocoro parecean posefdos per el mismo Canai- ma, aullando ensoberbecidos ante la furia magnifica. Pri- m6 al fin la responsabilidad por una lancha no nuestra y por la que habiamos firmado garantia por los desperfectos que en su casco ocurrieran. Se atrac6 en la primera playita apropiada. El "desmante- lamiento de una lancha" pudo denominarse la escena si- guiente: ropas de todo tipo y color secAndose al Sol, co- mida desperdigada, un fueguito entire rocas, algunas sardi- nas pescadas con atarraya -como para demostrar que afin sin nada subsistiriamos alli-, en fin, otra faceta de la ex- pedici6n. Una hora despuds, sin esperanza de que el viento amai- nara, se continue. Ahora la urgencia por regresar fomentaba consejos para apurar la lancha: 4por qu6 no cruza director a aquella pun- '63 l.a?, ,qu6 hace, se desvia?, y asi hasta un limited de pacien, ,.ia que Corocoro fue dc.morando. -;tio una vez perdi6 la caln:a. Int.onces nos cnlregg oi tin6n y dej6 hacer nuestra voluntad de andar recto. A Ios 50 metros habiamos encallado. Llegando a El Infierno todo amain6; otra vez daba gusto la lancha y en retrospective admiraba la estabilidad con que habia salvado todos los oleajes. Pasado el mediodia hubo que devolver la bdcula, pero vo;- vi6 digna porque acababa de debutar con 6xito: Jesfis Ma- nuel atraves6 de ojo a ojo un caimancito de un metro da largo, dedicado a la colecci6n. En verdad su gran uso fue la secci6n fotografia, pues todos se explayaron como heroes en poses con el infrascripto. La lancha sigui6 su camino ostentado la caza. en su proa. Y aquello principi6 a ser una carrcra contra el hedor. So naveg6 de corrido hasta Bocas de Abreu donde la mania selvatica del duio venezolano culmino con una reco- leccion de ciruelas silvestres en cantidades .i.:Iiul.,.-L: un bid6n de gasoline se cubri6 hasta el tope; como lo3 mangos y el merey, las dichas ciruelas fueron para nosotros lamentablemente incomibies. Nueva parada. Ahora la playita era una enorme playa: kil6metros y kil6metros de arena que formaban una isla surgida a raiz de la bajante, sin una huella de vida, apenas con gaviotas que recortaban su silueta en la circular y de- finida puesta de Sol Esa enorme extension, que puede al- canzar a 20 6 30 leguas, se cubre totalmente con las crecidas. El bagaje de recursos culinarios que se expandid alli, se- guramente quedargd en los anales de las expediciones flu- viales: cochino asado -traido por Corocoro no se sabe de d6nde ni c6mo-, arroz a la manteca de cochino, papas fri- tas a la manteca de cochino, y limonada. Tras much esperar taxi, hubo que decidirse a caminar el kilometraje indispensable como paia perderse de vista: el lugar para ir al bafio habia sido, indudablemente, mal ele- gido. Al regreso de lontananz.a, la preparaci6n de dormitorio urgid; la experiencia ayudaba ya bastante: cavamos una fosa prolija para matrimonio, adecuamos los chinchorros, estu- diamos la velocidad y direcci6n del viento, nos limpiamos los pies antes de entrar a la cama, hicimos nuestra mura- llita defensive, y... en el precise moment de meternos una buena rdfaga nos hizo sentar en el mejor m6dano interior possible. Esta vez llegamos a Moitaco a las 4 p.m, y nuevamente la buena voluntad del Prefecto y la gasoline de regalo; pero sobre todo la necesidad de tomar algo bien fresco porqu: hielo y bebidas habian fenecido en la lancha. Y ahi nomls, con un cuatro, una guitarra y un par de maracas, nos armaron una audici6n de mfisica folkl6rica quo alegr6 y gust6. Hasta un pequefiito que tenia fama en el pueblo se acerc6: 8 afios y ganas de tocar, pero al ser invitado se neg6, ile faltaban las cholas! iQu era?, j,algii instrument? No, las alpargatas. Le habia parecido falta de respeto presentarse a interpreter descalzo. Sin palabras nos fuimos yendo, y sin ostentaci6n ni pre- parativos nos fueron siguiendo, tocando sin parar, con la misma sonrisa complacida con quh nos enfrentaron durante la hora larga que habia durado aquello; cruzamos todo ;1 pueblo, bajamos la barranca, Ilegamos a la lancha, partimos. Y s61o ces6 aquella mfisica que nos emocion6, cuando para saoarse el sombrero y agitarlo nos dieron el filtimo adids. Ahora si la ruta a Bolivar era direct. Un nuevo recodo y ya estarfa a la vista. Dominqo 17. Mafiana de Pascuas en el Orinoco. Felices Pascuas a todos en el recuerdo, quizas por primer vez sin l'uevos de chocolate. Mafiana apresurada, deseando llegar, y que sin embargo se prolong como nunca. Cada curva de rio nos ilusionaba en el descubrir de la urbanizaci6n resaltante que es Bolivar 4 lo lejos. Recidn a las 3 de la tarde fue que arribamos, reventados de cansancio pero plenamente felices. CLIMAS Asi como hay prejuicios sobre nacionalidades, tambidn los hay sobre los climas de paises diferentes al propio. Antes de nuestra partida, cantidad de amigos y de fami- liares se compadecian o preocupaban de la suerte que co-. rreiramos en el "infernal" tripico; al regreso, esas y otras personas ponian adjetivos propios a sus ideas sobre el clima de Venezuela, oy'ndonos apenas por pura cortesia. Cuatrocientos cincuenta afios han pasado desde que via- jeros europeos atravesaran la line ecuatorial bordeando las costas africanas, y sin embargo el ser human continue atado a mites y leyendas sobre los climas t.rridos. Para empezar, no hay un clima para Venezuela; pals nue- ve veces menor que Brasil, por ejemplo, tiene -situaci6n y relieve mediante-, much irms variaciones climaticas zo- nales. Per su latitud estd totalmente en la zona ecuatorial, pero s61o el borde meridional present rasgos de humedad per- manente, temperature elevada y precipitaciones superiores a 2.000 mm. como para propiciar una selva estilo amaz6nico: es la despoblada Guayana venezolana. En el resto Venezuela tiene por lo menos dos macrocli- mas: invierno y verano. Es invierno cuando estando el Sol en CAncer -de abril a octubre- ocurren las lluvias, empu- jadas que vienen las nubes desde el cuadrante Sur a Este; es verano, cuando estando el Sol en Capricornio --de no- viembre a marzo- perduran las sequfas. Entonces los vien- tos dominantes lhegan del Nordeste y Norte; de ahi que los cortos chubascos de la estaci6n reciban el nombre de "nor- tes". G3 Y asi son las grandes variaciones: de las inundaciones a las sequoias y de las sequias a las inundaciones. Pero dentro de esos macroclimas, icuantas tipicidades re- gionales! En tal sentido, si cada professor contratado dis- perso en las distintas ciudades conoci6 s6io su lugar y Ca- racas, podra obtenerse a su regreso una version de clima particular. Quien haya permanecido en Caracas poco tendrd que ob- jetar sobre el calor de tr6pico; es un clima acorde con los 900 metros de altitude. El resident en Ciudad Bolivar tendrA el consuelo de las nubes lejanas que propician estupendas puestas de Sol, pe- ro su Sol encima serd ininterrumpidamente perpendicular, y un vaho hfimedo lo empeorard junto a !a orilla. Alli todo depend de la brisa que desde el delta remonta el rio al atardecer y refresca de modo bienheclor. DeberA uno du- charse dos, tres, hasta cuatro veces al dia, pero s61o para estar c6modo y presentable, ro para salvarse del insopor- table calor que alli tambi6n result perfectamente tolerable. Quien haya side enviado a Mirida volveri a comprobar la influencia reguladora del relieve sobre el clima, en es- pecial sobre aquallas temperatures qoie promedian los 17" todo el aio. El espantado docente a quien se le marc Maracaibo, pronto comprobara que su 'organismo se adapta a la nueva escala de valores termomitricos, sintiendo fresco cuando so acerca a los Andes y Ilega a Caracas; no tanto, es cierto. come los propios maracuchos, que Ilaman "hieiitos" a cier- tos dias del nleo en que la temperature "s6lo" alcanza a 20V Per otra parte Maracaibo es el emporio de los aires acon- dicionados, y para ese recurso de la tecnica ya no hay variaciones climrticas. Finalmente, los destinados a Cumand, pronto gustardn la permanent seguridad de los dias soleados que vuelven exitosos todos los planes de excursion a. largo plazo-, la comodidad de trabajar siempre sin palt6, las refrescantes olas del Caribe, la dependencia. nocturna a una sola simple sabana. Todo lo otro que se derrumba sobre la poblaci6n en ciertos mementos del afio no tiene ya nada que ver direc- tamente con el clima, sino con la negligencia humana; es- pecialmente una reiterada negligencia gubernamental. &uQu tiene que ver el clima con la destructora acciOn do las lluvias de invierno cuando 6stas se precipitan desde los cerros, socavandolos mis y mis cada aiio, hacienda de ba- rrendera pfblica y precipitando todo tipo de desperdicios sobre las zonas bajas? Nada. Falt6 en cambio la provision de construir canales en los 7 meses restantes, de plantar para fijar las laderas, de limpiar lo suficiente evitando las plagas posteriores. i Qu6 tiene que ver el clima con las gastroenteritis ge- neralizadas, con los mosquitos trasmisores en las aguas es- tancadas, con las parasitosis que liquidan nifos por miles cada afio? Y todos los afios, tras esos periods de sequia en que las usinas de tratamiento de aguas no alcanzan, en que las represas y acueductos tienen apenas hilitos de agua, en que hervirla a diario es tarea de titans en voluntad y en instrucci6n, cuando la sed acosa y obliga en cualquier lugar y hora al continue reponer dcl liquido evaporado. Recien entonces puede entenderse bien el titulo del exi- toso libro do C. Lovi Klrauss: Tristes tr6picos. No es por el clima que radican en las latitudes tdrridas la abulia, me- lancolia y laxitud, sine por las condiciones econ6micas que desorganizan la vida individual y social. Del tristee tr6pico" venezolano seguiremos guardando per siempre bien dentro nuestro, el recuerdo del dinamismo ja- guet6n del maracucho Gonz!lez Veliz; la recia personalidad de Pefia y Mauricio, los amigos caraquefios; la sabia y active labor de Corocoro, el bolivarefo fiscal de pesca; L. preocupacidn maternal de Ana, la sefiora encargada de las tareas en nuestro hogar cumands; la comunicativa simpatia de la admirable Imuaura, natural de los Andes; la callada cor- 68 dialidad del cumands Luis Mariano Serlia Sanabria, Director de la Escuela de Cursos Basicos; las atenciones de la Srta. Lucia Pietrini, nacida en Caripe, anfitriona en nuestros me- ses de vida en la Residencia Universitaria; la carifiosa des- pedida del maargaritefio Prof. Jose Millin Cazorla Super- visor de Ensefianza Primaria y Normal. Y asi serian decenas y decenas de series, todos con un calor human que con sequoia o humedad, con inundacion e sed, vuelven segura cualquier aclimataci6n; tal como hi cieron perdurable la nuestra. TIPACTOS SOCIALES MUJERES La mujer venezolana ha alcanzado la igualdad de dere- chos civiles, puesto que ejorce el voto y puede acceder a loa cargos pPiblicos y de gobierno. Pero a esto se reduce li igualdad; en el campo intellectual, social y moral, la mu- jer aparece relegada, desplazada, anie la omnipotencia del hombre que aca, mins que en ningfin otro pais, es y se iMen- te rey de la creacidn. En el aspect intelectlul. son pocasi las muieres que ejer- cen carreras liberals, si bien on los filtimos afios las uni- versidades vieron uegrosar sus filas con un alumnado fe. menino macho mis numeroso que en epocas anteriores. En cuanto al iaspecto social y moral, so vive todavia mn reflejo do la poa c de la colonia, en que el esposo es ademds M1 amo. La mujer ,;:( limit a tener y criar hijos y a cuidar de su casa; sale poco o nada de 6se, su reducto, en lque os inpdi icutiblemeu.Le la duiefia. Durante los dos afios que vivimos en Venezuela, nos hi- cinlos de mnly buenos amigos, a quienms vefamos casi a dil rio, pero a cuyas csposas nunca conocimos. El hombre e; cl duefio absolulo de si mismo; line todos los derechos y niniguna ohligaci6n frente a su esposa, quien no ejerce ning6n control sobre la vida del marido. 70 Este sistema de vida hace de la mujer venezolana un hdroe, al decir del Ministro de Justicia. Andrds Aguilar: 14 Si hay un h6roe en el desarrollo familiar del pais ese hdroe es la mujer venezolana. Ella inscribe al hijo, ella lo represent en la escuela, ella tra- baja para mantenerlo y ella se sacrifice mientras los padres se desentienden de sus oblig'aciones (ni lo reconocen). C6mo pueden salir adelante ellas, levantar a sus hijos, es todo un capitulo de sacri- ficios inimaginables. El cine, el club, la playa, el bar o el restordn, son luga- res a donde los hombres concurren, las mis de las veces solos, a encontrarse con sus amigos; o a casa de sus con- cubinas, signo exterior de riqueza y virilidad. En un articulo periodistico escrito por Luz Machado de Arnao, se decia: Al hombre venezolano le falta autoeducarse pa- ra una convivencia mAs hermosa que la finica del sexo. El fen6meio se acentda, mas en el interior del pais, en que la poligamia es un hecho corriente; es asi que Vene- zuela tiene mis de un mill6n de nifios no reconocidos.15 Y en la mayor;a de los casos descuidados por sus padres, que, carecen de responsabilidad legal. Se propuso como paliativo a esta situaci6n, el dar a los directors de establecimientos asistenciales el cardcter de funcionarios de estado civil, a los efectos de inscripciones y reconocimientos. Y, como recurso complementario, el re- tener parte de los sueldos para la atenci6n de los nifios. En cierto modo esta situaci6n es conscuiencia de los 14 Diario El Nacional. Caracas, 23 de agosto de 1961. 15 Declaraciones del Ministro de Justicia Dr. Andris Aguilar en el correct de 1961, matrimonios entire muchachos muy j6venes. Ya lo hacia no- tar Depons a principios del siglo pasado: Un joven no destinado a la Iglesia, si a los 20 aios no ha contraido matrimonio, comienza a ser un retardado. Nada tan frecuente como ver espo- sos cuyos afios sumados no pasan de 30. Al ha- blar la naturaleza se trata de satisfacerla por me- dio de unions legitimas. Para creerse hombre es menester casarse. Se une para toda la vida como si fuera para un solo dia. S61o a la costumbre de casarse demasiado ter prano puede atribuirse la poca concordia de mu- chos hogares.16 La instituci6n del matrimonio se ajusta aca a la perfee- ci6n a la definici6n clAsica: una uni6n destinada a la pro- creaci6n de los hijos. Tan es asi su finalidad, que en cuanto nna nueva pare.a contrae matrimonio, comienzan las preguntas indiscretas acerca de la Ilegada de los hijos. IEt nosotros, educados en un medio totalmente diferente, nos causaba gracia cuando ante un simple dolor de cabeza o una gripe, se me decia: "La noto mal, used cdmo que esti embarazada". Pero la anecdote a dej de ser risueia y toma cariz dra- matico en los matrimonios venezolanos, para quienes el no tener hijos es casi un estigma. Por poco feminist que se sea, una no puede menos que rebelarse ante esta situaci6n de inferioridad por la que pasa la mujer venezolana: intelectualmente rebajada, so- cialmente olvidada, moralmente vejada. Merecedora es del "Romance para una madre campesina" 16 Francisco Depons: Viaje a la Parte Oriental de Tierra Firme eu la Amnrica Meridional. 2 tomos. Banco Central de Venezuela, Colc- ci6n hist6rico-econdmica venezolana. Caracas, 1960. que escribiera Hdctor J. Villalobos,17 y que resume todo el dolor y la tristeza que el destiny le ha deparado: Eduviges, Gumersinda, Crispula... o como te lIames, mujer del nombre infeliz que te puso el almanaque; india color de la tierra que se ha chupado tu sangre, siempre callada y humilde, concubina, bestia, madre, tres veces te nombro santa. Va en 61 nuestro homenaje y nuestro grito de rebeldfa. NATALIDAD18 Uno comienza a advertirlo en las calls, pavimentadas o no, de las escasas zonas residenciales o de los multiples ba- rrios pobres. Hay muchachitos inniumeros detras de las ba- rriguitas deformes, hay botitas simnpticas para rematar cuerpos totalmente desnudos y dar el toque materialmento human a eso. Eso, que parece ser product de una pura reproduccida vegetal, primariamente 16gica como smi.esis entire el germi- nador Sol tropical y el rio Manzanares o la costa de Cai- giire -el barrio de pescadores-- superpoblados de nifios. Pero la cosa no queda alli; el ejenplo vegetal seria al fin err6neo, porque aqui en Cumang, como en tantos lugares de Venezuela, el ciclo reproductor vegetal se interrumpe, las sequias existen y limitan la obra. En cambio, el nifio 17 H-ctor C. Vilalobos: Jagiiey. Biblioteca Popular del Munisterio do Educaci6n. Caracas, 1950. 18 La poblaci6n de Venezuela crece a raz6n de un 3,3 por ciento annual; aumcnt6 un 49,4 por ciento entire 1950 y 1961. Su tasa de nata- lidad es de 43 por mil; ia de Uruguay es de 19 por mil. El 30 por ciento de los venezoJanos tiene menos de 20 afios. sigue naciendo, aunque mas y mns ddhil, como el retofio trash la roza del incendio. Hay que pensar en otro simil, o casi ni pensarlo, dejar que aparezca solo, en una tarde o una noche cualquiera. En cuanto uno con curiosidad busca el silencio de la ciudad -cada ciudad tiene un silencio propio y dnico- y no 1o encuentra. Porque permanentemente hay un murmullo de fondo, el de millaradas de voces infantiles, guturales comn las de sus mayores, inconscientemente gozosas como las d.- todos los nifios. Esas voices estAn suspendidas en todas parties, como sus- pendidas estdn en el ambiente los murmullos y las estrideo- cias de una propaganda area; traidas del mar o de la playa, del rfo o de la sabana, de los cerros y de los ranchos. Es el murmullo de los enjambres o de las zangoloteantes moscas de tr6pico, y alli estd el simil: los nifios nacen co- mo moscas. Y viven y mueren cual moscas. Porque muchas veces en los siete dfas la campana de la iglesia se adelanta al mur- mullo y tafle al amanecer uno y varies avisos del nuevo angelito que trep6 los cerros y subi6 a los cielos. No puede ya aplicarse el adagio de que "la mesa del po- bre es escasa tanto como su lecho es fecundo"; ahora se trata de una sola y misma mesa y de various lechos a fe- cundar. Todo se vuelve natural como el procrear mismo; recidn aquf uno entiende la distancia que hay entire la procreaci6n y el amor. El amor como adornada actividad civilizada, esgrima de los sexos, todavia no ha llegado a Cumana. ni a otros muchos sitios de Venezuela. Aqui no hay novios ni noviazgos. La mujer que deja interrumpido el ultracorto galanteo con un hombre ya no cuenta; moral y material- mente parece sobrar dentro de la comunidad. Es fdcil dis- tinguirlas: son las ulnicas que, por necesidad, se mueven independicntemenLe en las contaLias actividades sociales del lugar. 74 Habiendo fertilidad como hay, sobrando ignorancia como sobra, la poligamia es una etapa hist6rica mds; tolerada y prolongada por ese cero absolute en que cifra su vida la. mujer. "El tiene otra mujer y vive con ella -dice la esposa primera- pero es bueno, y cumple conmigo dos veces a la semana." Conforme. Y a otra cosa. O mejor, a otro hijo, a la misma barriga llena de miseria prometida que clasifica a todas las hembras de Sucre -asf las lIaman y se Ilaman- en la finica dualidad possible: "Es- ti" o "EstA por estar". Dualidad que transform las con- versaciones en drdsticos interrogantes, tan primitivos como cuando el origen de la humanidad: ",Viste a fulana prefia- da?", "Zutana estd de dos meses", "iSu mujer ya parid?'. Interrogantes que alcanzan, desde luego, a cuanta pareja joven y extrafla caiga por esas tierras. Ahora toca a uno (*il-rentar a diario las mismas directs intrusions en una iiitimidad para ellos absurda, y tender el disco pronto ante la "pfia", para enumerar los mess de casado, la situaci6n laboral del matrimonio y algin otro argument que, de auordo a la paciencia del moment, usted esti dispuesto a ofrecer, con quizAs injustificada delicadeza. TRIPUDITOS Es eorriente ver, per toda Venezuela, a los niiios de has- ta 10 y 12 afios, pasearse por las calls completamente de:s- nudos. Y esto no se ve solo en los barrios modestos; in- cluso en las calls centricas se repite el espectdculo. Asi las families mds pudientes, tienen a sus hijos sin rn- pas, cuando much una simple camisita les cubre escasa- mente el torso. Edward Eastwick lo observaba ya en 1864: Encaminaba mi caballo hacia la ventana que ha- bia sefialado, cuando un rapaz de unos 10 afios y hermano de las j6venes q ququeriamos ver, salt de pronto al alf6izar de la ventana y se sent6 entire ellas, sin ropa alguna que lo cubriera. No me caus6 aquello much sorpresa pues una de las peculiaridades de Valencia consist en que ain los chicos pertenecientes a las mejores fami- lias no tienen el menor empacho en despojarse do sus ropas y salir a corretear in puris naturabilis, de modo que con gran frecuencia habia visto yo a muchachos desnudos que se asomaban a las venta- nas entire damas elegantemente trajeadas.19 Es que considerando la ropa como un simple medio do abrigo -y siendo casi innecesaria dada la temperature rei- nante- se desconoce por complete la funci6n que desempe- fia como defense. En Cuman, era especticulo de todos los dias verlos ju- gar en las aguas del Manzanares, junto al puente que con. tinfia la principal avenida. All se hamacaban en cuerdas suspendidas de los arboles para luego lanzarse al rio y volver a nado a la orilla a repetir el juego. El clima, benigno con las classes mds desposeidas, permni te este ahorro de vestimenta en los niflos, para quienes !i mayor tragedia al iniciar el primer dia de clase no es el separarse de sus padres, sino el tener que calzar sus pies dentro de los inedmodos y dcsconocidonr zapatos. No ocurre lo mismo con las nifias, quienes por neqiuefin que sean estAn siempre vestidas. Pero ani en las zonas mAs frnas del pals, en las alturaf de los Andes, tambi6n descalzos y apenas con unos pant' loncitos, chapotean por las aguas frias que bajan de los cerros. Se les llama tripuditos, y las ,mis de las veces muestran sus barriguitas enormes, hinchadas, signo exterior evident del raquitismo y parasitosis que los consume. 19 Edward Eastwick (Cornmsioiado Britanico del Empristito venezo- lano de 1864): Venezuela o Apuntes sobre la vida en una Repfiblica Sudasericana. Banco Central de Venezuela. Colecci6n hist6rico-econ6mi- ca. Caracas, 1959. 7,i tn lenguaje m6dico el hecho se define como un sindromt pluricarencial: nula ingesti6n proteica, desaparici6n de fun- clones en el higado y alteraci6n anat6mica de ese 6rgano, defectuosa sintesis hormonal, funciones digestivas irregula- res. Una de las causes principles esti en la supresidn tem- prana de la leche materna; otra, en el predoniinio de la; proteinas vegetables: s61o el 6 % de las calories provienen de leche y queso.20 Por la misma razon se explica que el 98 % de la pobla- ci6n infantil entire uno y catorce aios tenga caries dentales. Para agravar las condiciones en que viven, los niios tie- nen la costumbre de comer las frutas verdes, con much mAs deleite que cuando estan maduras. Asi era cosa co- rriente el verlos trepados a los arboles de las quinticas, arrancando los frutos mAs verdes para regalarse con ellos. Todos los idias, en la casa en que vivimos los dos prime. ros meses, tuvimos el mismo problema: los nihos mayor. o los mis arriesgados se trepaban al almendr6n que tenia- mos en el jardin, y desde alli comenzaban a lanzar la fruta. a los demas, que aguardaban con ansia en la vereda. Pri- mero los echatbamos, previendo las consecuencias de inge rir tales frutos verdes y pdtreos, pere luego desistimos, por ia :il.-.....l., nil de star constantemente en el jardin y pen- sando que sus organisms eslarian ya adaptados a ese r6gi- men alimenticio que por generaciones viene siendo el man- jar preferido. En efecto, esta costumbre ya la habia anotado Humboldt eni 1IOO: La mortalidad de los nifos en la primera edad os temerosa, en raz6n del extreme abandon en que viven y de la mala costumbre que tienen de ali- mentarse con frutos verdes e indigestos. 20 Alfredo Planchart:. La alimentaci6n en Venezuela. En Bolctin de la Universidad Central. Caracas. 26 de mayo de 1961. RANCHOS Hay quien puede conformarse describiendolos como un objeto folkl6rico, sobre todo en un pais que oscila dei tr6pico a las nieves, de Ia tierra roja a la piedra y de la cafia brava a la palma. No hay especticulo que haga envidiar mas la placidez de la vida rural que ese ranchito alli junto al camino, con sus paredes de bahareque, su impeccable piso do tierra api- sonada y su techilo a dos aguas, dejando caer dispiicen- temente una cobertura de palmas como melena despeinada de nifio. Altas palmeras en derredor, un humor tenue su biendo desde el horno en que se cocinan los bollos de maiz, la pila de cocos recidn cosechados, completan el buc61ico paisaje. Y asi, o poco menos, en todo el interior. Siempre con la planta rectangular, paredes de( pura ciiia --"cafia brava"- c de barro mezclado con hierbas secas, prolijamente alisa- do ("vestir la pared", se dice, y el empeflo puesto justified la expresi6n); con techo habitualmente de dos pendientes, sostenido por la cumbrera, y todo apoyado a su vez en los horcones esquineros; a veces un simple plano inclinado ai In echo a un agua. Los ranchos pueden ser algo mAs que simples cuatro p:i- redes: l1 se prolong a menudo hacia el frente y deja un breve corridor techado -la "galeria"- que puede tambi6d extenders a un costado de la casa. Alli es que se desarre lla gran parte de la vida de relaci6n. Porque los interiores son frugales: tabiques livianos de caia, de palma trenzada o de tela de saco; ventanas siempre pequefias, nunca vi- drios, tapiadas las mis veces con tablas, dan esos interio- res oscuros y malsanos, en nada distintos a los de ranchos uruguayos. En un solo caso es aireado y lumincso: cuando el ranches es simplemente un techo de palma, sostenido sobre cuatro estacas y sin paredes; es el caney, que encontramos pr6xi- mo at Orinoco, y que abunda en toda la region ilanera. to important es que pueda, sostener los chinchorros. Esta es Ia. cama mas coming en todo el pais, colgando las .mas veces ocupada-- de los tirantes del rancho o de esos anillos de hierro que no dejan de figurar incluso en las propias casas de material y de otra clase social: las alca- yatas. Sin embargo, en las regions cAlidas es corriente tambidn que se duerma sobre esteras tejidas de palma, los petates. Acercandose a los Andes la cama se torna obligada, Y los ranchos son ahora de piedra o de piedra y material. Alli, o junto a la cordillera costera, los ranchos resultan excelentes trepadores: aparecen empinados junto a las ba- rrancas, sobre "pilares de palo" o con muretes de bloques rocosos sostenidos como con cuflas por otras piedras mis pequefias. Es entonces que al buc6lico paisaje se lo Ileva el viento y cuando uno no puede conformarse con observer al rancho como vivienda folkl6rica. Para ello basta con echar una mirada panorAmica -en el mejor cinerama circular- so- bre los cerros que rodean Caracas. Ya no se los ve como cerros: ahora son tramas irregulares de techos ocres, ne- gros o rojizos, como esas mantas hechas de retazos, que van creciendo y creciendo hacia las cumbres y terminal por tachonar las laderas tanto como la cima. Alli la mayoria de los 70.000 venezolanos que cada afio se instalan en la capital; alli 350.000 personas, el tercio del total,21 que determinan a la vez la miseria y el negocio do los ranchos, vendidos entire 3.000 y 6.000 Bs, casi nunca alquilados, porque se sabe que entire esa gente sin trabajo no se cobra. Un studio realizado por alumnos de la Universidad Cen- tral en 1961, sobre 168 families encuestadas di6 una sola con ingresos mensuales por encima de 800 Bs; el 70 % 21 Datos oficiales del Censo Nacional de Poblaci6n y Vivienda, afio 1961. tenf4 ingtesos entire 1tO0 y 4,00 As; en g4o de esos barrios investigados -San Andrds- el 69 % de los moradores te. nfa menos de 13 afios. P,ara buscar agita en las canillas pdblicas deben reco- irerse decenas de cuadras, en liviano cuesta abajo pero con la lata cargada sobre la cabeza en la empinada cuesta. arriba. Los iimbeciles recurren alli tambi4n al manido recurso de decir que "tan pobres no serAn porque hasta television tfienen"; pues bien, si, un 5 % tenia TV y un 10 % never, bien pocos si se piensa que en Venezuela ,es nms fAcil cop.- prr esos objetos que comer, merced a los infinitos plazocs o,torgados por incansables corredores. Y c6mo va a extraiiar que haya autos ~iltimos model junto a las miseras puertas, si una de las pocas fuente: de trabajo permanentes es conducir durante 8 6 10 horas diarias el "carro ppr puesto", entregado con otras tantas faciljdades para cumplir el servicio de taximetro-autobdfs. habitual en Venezuela; actividad en la que, con suerte, re- .ondean liquid en Caracas a la fecha de nuestra yenida, apenas 30 Bs diaries. Los ranchos se van transformando mas y mas en cari- caturas; sobre ellos se abaten anualmente las lluvias to- rrenciales de esLaci6n, que socavan cerros y viviendas. II aqui un titular de los diaries, junior de 1960: En peligro 8.000 caraquefios El Gobierno anuncia medidas para protegerlos ante la proximidad de las lluvias Y el gobierno quizAs hasta los ayude a rehacer el rancho. En tanto otras decenas de miles siguen esperando. En el Censo de 1961 se compute la cifra de 483.400 ranchos ha- bitados por 2.500.000 venezolanos. Y es en esos ranchos, sobre todo, que habitan los dos miillones de venezolanos que, en esta sexta ddcada del siglo Veinte, afn viven sin ener- 60 Mujeres de hoy gia elictrica, y las 100.000 personas que no cuentan coil agua corriente. . No s61o en Caracas, sino en los suburbios de todos los pueblos y ciudades del resto del pais, en que el hacina- miento y la miseria de los ranchos para adentro, compitea tenazmente con los basurales infectos y las verdeantes aguas estancadas de los ranchos para afuera. Asi los vimos desde la ventana de nuestro dormitorio, en un tercer piso del apartamento cumands, cada mariana at levantarnos, durante 700 dias. LAS MOSCAS La tengo prisionera aqui en la misma .mAquina. Por eso escribird largo de .ellas, en venganza, para que cada tecla le martille su instinto irracional, ese instinto que las trae a nuestra comida, a cada comida, cada dia de este .erano interminable. Nuestros almuerzos no se .anuncian casi nunca con anti- cipaci6n; Raquel pareceria con ello querer disimular que comemos ante ellas. Basta media hora para que io de la pareja frugal quede pronto. Pero bastan much menos de cinco minutes para que las tengamos encima. El Banco Obrero sin duda firm un pac- to de entrega con las moscas. La enorme pared trasers, 6sa que da al cafiad6n infecto, a las ranchadas tenebrosas, al reino de los insects con las gastroenteritis amigas, es- ta abiertamente cuadriculada. Y por cada cuadricula una cuadrilla distinta entra por segundo. Asi como la batalla de la noche la hemos ganado nosotros ante los zancudos, mosquitero por medio, asi ambos hemos perdido la gran batalla del dia, en este mes de julio-agostu que marca el punto mis alto de su reinado. Las mas parecen cumplir s61o un rito: el de demostrar su presencia. Son las moscas-zanganas, que Ilevan a las en- gullidoras carniceras hasta las provisions descubiertas dia Mujeres de mafiana :8s & dik. 'e iimitah aquellas a atravesat la cocina y el co- medor hasta posarse en los vidrios de las ventanas del fl':, Sin saber uno al fin si conviene mantener esaa '.: ir. o.,. i:, l i.: r-, para no interrumpir el circuit mosqueril, o -i ih,,ir-.!I, cerradas para evitar nuevas invasiones rouial :. Toda angustia lleva a una filosofia de la vida. Pues bien, esa r!i..-:.i .,1 ,l muchas, porque cuando estAn por de- cenas y l.- .,-,, juiii.. a los vidrios todo impetu de vengan- za flitica se desvanece y la mAxima ataraxia se logra abrien- do regularmente los vidrios. Sin embargo el instinto criminal se vuelve latente cuando se> come; entonces las brigades de reconocimiento y pose nos bombardean platos y vasos, cubiertos y botellas, pizzas y churrascos, huevos y sopas. La mano sustituye al ven- tilador; pero la mano estA, conexa al cerebro y el ventila- dor no. Hay dias en que uno al fin del almuerzo ni se acuertda iJ' que ha comido. Pero la verdad es la de siempre: el fistfinto ihosqueril necesit6 no mis de una semana para determinar que por lo menos aqui arriba se come algo, mien- tras alli abajo nada. Por que no emplear soluciones de fondo, dirAn ustedes. iPor qu6 adn no esta puesta la tela metilica? La razon es una sola, nd vinimos a Venezuela a comer. Y la hora o las horas de comer, pese a que ya hay sistematicamenta scones y cal ., y dulce de leche, sigue siendo un accident en nuestro afio venezolano. --,, -li'J..*, ]l.ul'lr. L. se viven las ciencias sociales en una j:!a l; vidrio o l.-i..:i, de un uioquLir~c'. o en una jaula metAlica. Porque iii-: .tio tercer piso no es para escapar de la. realidad sino para verla mejor; como vio ayer Raquei a la nifiita del rancho inmediato saliendo al cafiad6n de cniento a hacer sus I'e'il.--'u necesidades y recurriendo al prinmr papel mugriento a mano para i.-iIlI4.I-. Tercero, 'siempre dentro de la misma raz6n del comieri- eo, porque al fin ie vaeive a uno el convencimiento ce qua esto no se arregla con ulllversitaces Lecnologicas, ni eSL.) nl ia situauioul us los I 0 estuaiantes ae aqueiia que no toman lecne inunca, que no se han poaido comprar an solo objeto aesde que negaron a Cumrana, que come nada nima que sancuooo ue yebs auo IouoS los a(las ae Loio Oii auo ri.Cuiauiamente tufll-ime. iJun-ume de h ambre. fero no saiganios do tema. 'l'ocavia no nemos terminado con ellas; como ellas no nan terminado con nosotros. Iusquemos coninuar la remoscacion en un uma ue tormena ta. ai el aio cumanes puede etaparse cual la )ivina Co- media, no nay otras aivisiones que un Paralso ae sequia de diciemore a mayo, un iurgatorio de zancuuos y moscas en junio, y el mas internal ae los infiernos on estos dias de Iluvias y preliuvias en que esLamos y esLaremos sumi- ao hasta fin ae agosto. Antes eran decenas, hoy fueron cientos, cou la torment seran miles. Los vidrios parecen aquellus repugnantes pa- peles engomados, lenguas ae reses muertas que higieniza- ban curiosamente tantos almacenes de la campaiia urugua- ya. Las mil y una moscas se diria sacan localidad para regocijarse con el exterminio de tantas semejantes distrai- das, o para aivertirse vengativamente, por aquello de no re- cibir ni un alimento, con las desoladoras inundaciones de los ranchos de plate. Abrir los vidrios ya no es aconsejable,aunque 6stas sa- lieran miles mas aguardan zangoloteando bajo la defense del alero para ponerse a salvo. La tolerancia se vuelve vir- tud aun con los enemigos declarados. Transcurrido el torrent ellas saben agradecernos el asilo -en esto tambien un mero asilo politico por compromiso-- y nos dan una tregua; ahora la carrofiaesta por las calls precipitada desde la miseria a la infectaci6n. S61o queda un recuerdo mas, para las moscas de entire casa y entire hora, ellas molestan menos que en nuestros Viahot. Olremo distinto y no las convencemns; hasta sO puede leer bajo la ldmpara fuerte y con ventana abierta. Resta entonces no mns que una falsa sensacidn de can- sancio en la vista, con todas esas manchitas negras que sal- tan y revolotean a nuestro alrededor. Al fin la mosqaita del suefio es la unica que no nos abandon; pero ella es felizmente amiga. COCHINOS Obligan a un nuevo process de adecuacion al que vien, del Sur; porque uno trae consigo la imagen del cerdo "bur- guls" y aqui solo se encuentran cochinos "proletarios". Pero es tal la abundania .que merecen una nota. Ellos forman part del mas tipico paisaje cumanes; y en Cu- mana la naturaleza esta ya tan raleada que en poco itlempo todo serd pa.isaje. Como hoy, un paisaje predominanteimou- te proletario. Ppor qu6 creemos que los cochinitos de Cumanid no des- entonan con ese tipo de paisaje? Es que aqui se trata de los cochinos de calle y de puerta, en trinsito p.- oiilii-Li.. e incontrolable entire ese gran chiquero que son los barrios pobres y el propio calenturiento asfalto de las principles avenidas. Hay una distancia enorme entire el cerdo de granja, pa- voneando ritmicamente su kilaje, y este cochino huidizo y temeroso al que tanto cuesta dejar de ser magro. En aquel, la gordura ostentosa que nos incita a pensarlo con un habano en el hocico y la gruesa cadena de un reloj de oro que le cruce la panza; en 6stos, la trompa puntia- guda y fiera rematando una cabeza clata por los costados, ornada con pelos enhiestos, dando ese toque salvaje que uno s61o conocia en los tapires. Cochinos con faz de rabia contenida, como aprontando una rebelidn, Ja rebeli6n proletaria por una mejor comaida y un mejor destino, Si tuvidsemos que definir la diferencia entire ambos tipos en pocas palabras, diriamos, que unos -lo's de grana-- sor "cerdos por placer", en tanto estos -los de pueblo- son "coehinos por necesidad". Porque una segunda adaptaci6n es necesaria: la que uno realiza tras comer eochino. El saborear pantagrudlico de lech6n al horno que se espera eneontrar, pronto se des- Sanece; una care palida sustituye a la suave y virginal- mente blanca de aquellos lechones de domingo. Una care de pernil o costillas horneados y fritos tan rdpidamente como rtpidos y frugales son los almuerzos y comidas (cenas) del interior venezolano. Por moments uno piensa si lo que hara tiernos y gustosos nuestros le- chones del Sur no serd el suave y lento cariflo en su preparaci6n, al calor de la rueda de amigos que no van s61o a tomar, o de la sinigual reuni6n grande de familiar oue ojalA siempre tenga sucesos para conmemorar... co miendo. Aquf, en tanto, sin families que lo incorporen y sin am,- gos que le dan algo mas que el valor de "pasapalo" y seco como chicharr6n, el cochino sigue viviendo y anuriendo po' necesidad. Una necesidad que va mds alla de un barrio residualmente propicio en una ciudad y que se funda casi en un axioma, el axioma que ensefia la gran maestra Miseria: "un pueblo es mas pobre cuanto mas cochinos tiene". Cuando falta comida porque falta dinero, porque falta tra- bajo, hay que tener una fuente de ingresos, esporAdica pero segura; ibenditos sean pues los cochinos, que se cran. solos! De los 30 Bs que cuesta uno pequefio a los 150 que report pasados cinco meses, estU today la esperanza de estas families que en homenaje a Malthus crecen, todavia hey, en progresidn geomrtrica. La esperanza de algin agu- jero que al fin podrad tlparse... sienpre y cuando no sea el agujero ese eterno, incansable, de la barriga parasitada. Por eso tambidn es que el cochino muere por necesidad. Su precio de 4 6 5 Bs por kilo lo hace imprescindible para msutituir algfin dfa al pescado -implacable como cobrador de impuestos- y olvidar la care de res, que cuesta el double. De ahi que cuando con el autom6vil uno se cuida prolija- mente de eludir los cochinos -16gioamente casi suicides so- bre el asfalto- lo hace pensando en algo mAs que la in- demnizacidn rigurosa de un minimo de 30 Bs por "homici. dio"; la amargura mayor es que estarfa usted destruyendo un recurso econ6mico del pueblo. CONUQUEROS Son los Juan Bimba del medio rural, los campesinos del conuco, esto es, de la propiedad fnfima, del pedacito de tierra baldfa, perdido en la sabana o trepando la montafia. Tierra. siempre ajena. Los censos agropecuarios lo confir- man: el 80 % de la poblaci6n rural trabaja en predios me- nores de 3 his. Par tradicien y por aislamiento propios, por desidia y ol- vido de los goblernos, siguen su cultivo de roza, de las quemas y siembras sucesivas y menguantes, dibujando ape- nas una economfa de subsistencia. En marzo de cada afio la tala comienza, a machete, hacha o incendio; al empezar las luvias se siembra, sobre todo yuca. Para sembrar se usa la chfcora, un simple palo de- recho con una punta de hierro. Desde todos los caminos se observan sus tallos breves y flexibles insinuando un suave bozo verdeante en el rostro de las montafias afio a afio rasuradas. Con apenas 24 meses como lapso de vida y una sola co- secha annual, que tarda en nacer lo que un nifio, las yucas son el fin principal de la agriculture en el conuco. Las yucas, puesto que hay dos variedades: dulce y amar- ga, por el tipo de tuberculo diferente que ellas propor-. cionan. Apropiada la primera para ser asada o hervida y comida como boniato; destinada la segunda en exclusividad para cazabe, el pan del pueblo venezolano y el alimento casi ini- co del conuquero. El otro cultivo dominant es el maiz. Su rutina es la uni- versal y conocida: cuando el maiz estd zarazo (maduro) se le dobla los tallos para que la mazorca seque; en los uiltimo:i mesea del afio recoge las mazorcas y las guard en el troje de la cocina, al abrigo del humo, para que la fogata ahuyente a ratones e insectos.22 Asi se explica que el ingreso annual del c ,I,. -;,iio:, oscilara, en 1961, en 800 bolivares anuales; 23 lo que Betancourt co- braba por entonces de sueldo en un mes el conuquero tarda 20 afios en ganarlo. Por eso Enrique Tejera, mddico, important luchador por la causa de la salud en Venezuela, dec:a en ocasi6n del 25 aniversario del Ministerio de Sanidad celebrado en 1961: El campesino antes engendraba angeles para el cielo, hoy crea series para el hambre; antes mo- rfan 6 de cada 8; hoy se salvan 6 pero siguen comiendo lo mismo que alimentaba a aquellos dos. Y el problema afecta especialmente a los nifios: en l. poblacidn infantil de uno a cuatro afios, la segunda causa de muerte es la desnutrici6n. Pero las desventuras del conuquero no terminan ahi: se- ouias, incendios e inundaciones son la gran triada de fuerzas naturales que lo acosan y aceleran la liquidaci6n del conuco. Cuando lega mayo y la lluvia no principia, la sabana se transform en un Irorno: basta una chispa para que la carrera destructora de las llamas comience. La prensa di- vulga entonces a diario esa gran necrol6gica de la natt- raleza; he aqui dos noticias, tomadas al azar: 22 J. A. de Armas Chitty: Tucupido, fonnaciin de un pueblo dei llano. Univcrsidad Central de Venezuela. Caracas 1961. 23 O lo que es lo mismo: hay 250.000 families que s6lo tienen once bolivares mensuaies por persona (2 0.:l... y mediol Un incendio destruy6 6 viviendas en el caserio Carrizales Las llamas se originaron por la inten- sidad de la sequfa, lo cual provoc6 el fue-" go en un pajonal reseco. Por otra parte, otro incendio amenazaba con destruir la vegetaci6n que rodea el Pico Turimiquire, tambidn en el Estado Monagas, donde na- cen los rios Manzanares. Neveri y Gua- rapiche. Con el de boy se elevan a quince los incendios registrados en la zona esta semana. En los Ilanos del Sur de Monagas las llamas estAn propagAndose hacia el aero- puerto de Maturin y por ello una espesa cortina de humo mantiene envuelto el es- pacio .adreo impidiendo el aterrizaje nor- mal de los aviones. Y en la misma pAgina, otra nota dramAtica: Un incendio desatado en la cabecera del rfo Cauoamure, a poca distancia de la to- ma del acueducto que surte de agua a Cu- mand, destruy6 60 hAs. de vegetaci6n. En el comando de la Guardia Nacional se in- form6 a los periodistas que la zona incen- diada qued6 totalmente erosionada. Pedi- ran al Gobierno Nacional que todo el terri- torio del Estado Sucre 24 sea declarado en situaci6n de emergencia, dada la grave cri- sis que se confront en cuanto a la conser- vaci6n de sus recursos naturales. Pero por urgente que sean las medidas, siempre es tarde para el conuquero: la capa cultivable desaparece con las primeras lluvias; sin vegetaci6n que fije los terrones y re- 24 En Sucre como consecuencia de la evaluaci6n de recursos na- turales del Estado, realizada por su Gobernador E. Tejera Parts en 1960, se constat6 la sequoia total de 142 rios y arroyos. gnlarlce la absorci6n de las aguas, 4stas se vuelven salvajes. Acosado por la sequfa, las crecientes y el suelo empobreci. do que acorta en cada cosecha la altura de la yuca y del mafz, el conuquero no tiene otra alternative que emigrar. Y para remate, si al legar a las ranchadas suburbanas de los pueblos y ciudades encuentra algdn amigo que le lea los editorials de la prensa o los discursos de los gobernan- tes, descubrird con asombro que 61 es el gran culpable de su propia suerte: "El conuquero incendiario gran depredador de la naturaleza venezolana". Lo qne los diaries y discursos sin duda no dird.n es que: Los conuqueros han servido en fltima instancia para ocultar los desaguisados de quienes son los mds responsables de la -destrucci6n de los recur- sos renovables: los que mediante concesiones ta- lan bosques irracional y exhaustivamente en pro- cura de madera, los que talan -montafias para con- vertir los terrenos en potreros de ceba o en zona. donde sembrar cafia de azfcar y otros cultivos, ITn- compafifas petroleras que destruyen selvns para abrir picas y realizar trabajos de exploraci6n, en fin, los que talan, queman o incendian sabanas amparados en su privilegiada posici6n de propic. tarios.25 VENIDEDORES DE CARRETERA La apertura de mflltiples nuevos caminos bituminados o petrolizados en la Venezuela de los filtimos afios, influy6 en )a economfa de mercados distontes como en la subsistencia bAsica de las families campesinas. Al acrecentarse el trifico y el trAnsito, las carreteras se volvieron lugares de oferta potential de products de las zonas linderas. Originalmente creados para llenar las doe mandas de los camioneros a lo largo de la ruta, centenares 25 Salvador de la Plaza: Estructuras de Integracl6d national. Edi- orial, Pensamniento Vivo. Caracas, 1959. de pequefios puestitos presentan hoy a todo pfiblico, sus all- mentos. Mls que para cumplir un fin de servicio pfiblico de pri- mera necesidad (la alimentaci6n), ellos se multiplican a dia- rio como recurso finico para engrosar los magros ingresos de las families campesinas, cada vez m.s depauperadas. Asi se crean a veces nficleos de competencia active entire las decenas de muchachitos de toda edad que vocean gu- turalmente los nombres indigenas de sus existencias, crean- do en el turista desprevenido una sensaci6n de inseguridad ante esas turbas que, en curvas o cruces estrat4gicos, lo acosan con energia inusitada. Su permanencia, su regularidad a lo largo do las rutas, es hoy ya folkl6rica, y para los conductores asiduos termi- nan por volverse humans indicadores de kilometrajes y lu- gares; de lo que esos lugares tienen de tipico en comidas, dulces, frutas, plants y flores, y hasta utensilios de arte- sanfa popular. Los ofertantes son, ademds, un vivo testimonio antropo. 16gico: uno va siguiendo las dreas de paulatino oscureci- miento de la piel y reconoce star Ilegando a Barlovento, o se va integrando lentamente con los mestizos guaiqueries; ve Ips retofios de los mas autdnticos campesinos o se mez- cla con la gente del Ande, encapotada en sus ruanas. Y por todas parties el vfnculo social que los conecta entire sf, entire las carreteras m.s distantes y por sobre todos los climas y zona naturales: la miseria. Nifios y nifias siempre descalzos, en la hirviente humedad tropical tras el palo de agua o en los frios pedregales de montafia; cuerpitos desnudos o desdibujados tras harapos: mano de obra ganAndose la vida ya a partir de los 5 afios, con la misma energia juguetona de todos los niflos del mun- do, enfilada a la seria tarea de conseguir los reales para la comida del dia. Allf cstAn los 8 6 10 hermanos, junto a las tortas de cazabe, sobre las maras que hacen de mostradpr, especial- BEA mente en sus variedades mAs apetecibles: el alfajol. hecho con cazabe, papel6n y queso; la naiboa o cazabe relleno con dulce de papel6n; el jaujao, torta de cazabe de double telN. cuadrada, que se tuesta. Pero tambidn las j6venes mujeres de los mAs agudos tim- bres, que vocean un indivisible e invariable silabeo, que vie- ne hacia uno como el sonido de un tren, creciendo-culminan- do-alejandose... chapacachapaCACHAPACACHAPAchapaca- cha... Y de entire las hojas de mafz que verdean en suw manos afloran excitantes tortillas doradas de jojoto, esto es. de mazorcas de maiz tierno ralladas y cocidas en su.propia hoja. Muchas son comidas tibias, reci6n preparadas, a veces co- cindndose a la vista en risticos hornillos tambi6n junto al camino: alli mazorcas asadas y arepas. Y si se desea beber, poco trabajo darA encontrar algAin puesto de venta de guarapo de cafia helada, triturada en primitives trapiches manuals de madera o de hierro.26 En tanto, siempre, por todos los caminos, la visible ofer- ta de invisibles ofertantes: solitarios canastos y cajones re- pleto de cambures y naranjas (todo el afio), pifia (de fe- brero a julio), mango (en mayo, junio y julio), merey (abril, mayo y junio), lechosa (de julio a febrero), ciruela Mayoo a julio), coco, patilla, el infinite universe de las frutas de tr6pico, que con su riqueza vitaminica y al darse casi siem- pro de modo silvestre, es el gran aliado de la nutrici6n infantil. Y las rutas multiplican sus aportes: el apoetecido gofio cu- man6s, plants y flores camino a Caripito, morteritos do 26 El mds primitive: un tronco de Arbol empotrado al suelo, con la parte superior tallada en forma de bisel, con un hueco para pasarle un palo; entire 6ste y la parte baja del bisel se pone la cafia que al ser presionada larga el jugo, 6ste se escurre por una canaleta tallada en la pane inclinada. (Descripci6n del Panorama del Folklore Venezolano, editado por la Universidad Central). Asi lo vimos .nosotros, tal conm sq exponq en una gr6nica posterior. madera --ristieas reproducciones de los hogarefios- en las zonas de los llanos, quesillos de mano camino al Oeste, fi. guri-tas talladas de anime -los simpaticos viejecitos en ma- dera como de balsa- en tantas aldeas andinas. EL COLOR DE PIEL En Venezuela existe un gran porcentaje de mestizos, pro- ducto de la mezcla de blancos e indios, que forman el grueso de la poblaci6n. Atarte tenemos a los negros y los indios. Los primeros no son muy numerosos y se encuentran radicados especial- mente en la zona de la costa del Estado Miranda en direc- ci6n al Este y parte en la zona de El Callao. Para 1960, la poblaci6n indigena, en tanto, era de 100.001 individuos, repartidos en su mayoria en el Delta Amacuro (40.000) y en el Zulia (28.000). Todas estas poblaciones se han integrado a la vida de: hombre civilizado, aunque conservando algunas de sus cos- tumbres y tradiciones. Constituyen una excepcidn el grupo de indios motilones, en la frontera con Colombia, que vi- ven en estado de salvajismo y con quienes se han iniciado los primeros contacts en 1960, mediante el empleo de heli- c6pteros que sobrevolaron las malocas. Todavia en setiembre de 1961 podian leerse noticias co- mo esta en los diaries venezolanos: Un muerto y un herido al sitiar motilo- nes una hacienda en la region del rio Lora. La poblaci6n blanca pura es muy escasa; en su totalidai.! formada por extranjeros o sus descendientes director de va- rias generaciones atrds. Sobre la dinAmica de las relaciones raciales en Venezuela, mAs que comentar el problema, preferimos narrar algunas andcdotas personales que son por demAs significativas. Primera. Apenas hacia una semana que estAbamos on CumanA cuando vivi un cpisodio sumamente risuefio. jb, 8S para la Universidad y subf al autobis qub en la paradtA esperaba u hora de salida. Sie_.o ct.l::mbrc Cue cuando no hay asientos disponibles, los pasajeros se corran para que se puedan sentar 3 en el asiento de' 2, y estando el autobfis complete, me corri para hacer lugar a una mujer morena que cargada del mercado acababa de subir. Fue entonces, para mi asombro, que la mujer dijo a voz en cuello: --Aprendan de la sefiora, que es albina y me da el asiento. Pens6 en mi cabello castafio claro y no pude menes que sonreir ante la diferente escala de valores que para los colors tienen en Venezuela. Sequnda. Las mujeres, a diferencia de lo que ocurre en el Rfo de la Plata, tienen por costum'bre el no depilar- se las piernas, y consideran un rasgo de belleza el lucir sus extremidades bien cubiertas de largos vellos. asi se demuestra que no tienen ascendencia negra. Tercera. Una tarde, un amigo mir6 fijamente mi cabeza y haciendo ese gesto tan tipico del pais de mover los labios a manera de indicaci6n, en direcci6n al objeto sefialado, me dijo: -Tfi como que eres pelo malo. Ya estaba acostumbrada a que me liamaran la catira, pero esto era nuevo para mi y tuvo que explicdrmelo. Es. tanta la discriminaci6n .que se hace con el negro, y el mal concept que del mismo se tiene, que toda caracte.. ristica que pueda tener cierta semejanza con la raza negra es considerada denigrante, o cuando menos mala. Asi, mi pelo enrulado era considerado ,:il.'. Se justifica entonces que se trate de domrarlo. Un avifc en El Nacional divulgaba un exitoso recurso asi anunaciado A los chicharrones, a los pelos malos, a los pelos crespos, a los pelos rebeldes: .Duro con Temple 0:I. Bs 5. Compre lpor telegrama. Envios al interior. San Jacinto a Madrices 9. Caracas. |